Cap 55: "Poncho lo es todo para mi"

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DUL


Ya estaba más tranquila. Habían pasado varias horas desde mi altercado con Poncho y me había dado tiempo a serenarme, aún así seguía sintiéndome como un monstruo por haberlo mordido. No era que no se lo mereciera, porque se estaba comportando como un patán, pero de todas maneras me gustaría no haberlo hecho. Lo que más deseaba en ese momento era tener una máquina del tiempo y poder regresar veinticuatro horas atrás. Pero eso no podía ser, así que tendría que conformarme con que el ensayo no hubiera sido del todo un fracaso, a pesar de mi absoluta falta de concentración, cosa que Ramona me había recriminado hasta la saciedad. Para mi que se creía que estaba en Broadway esa mensa...

Regresando del ensayo, caminaba cual Caperucita Roja por el bosque cuando vi al señor Sebastián sentado en su habitual banca del parque. Ese señor me daba tanta ternura que no pude evitar ir a saludarlo, era lo más parecido a un abuelito que yo tenía, por parte de padre pues obviamente no sabía si tenía o no, y por parte de madre solamente tenía una abuela, que si gozaba de buena salud, a pesar de tener cierta tendencia a las lesiones. Ya saben a que rama de la familia me parezco.

El señor Sebastián era un ancianito adorable que vivía a unas casas de la mía pero que se la pasaba dando de comer a los pájaros en el parque. Aunque siempre estaba con una sonrisa en los labios, en su mirada se advertía la tristeza eterna que había dejado en él la pérdida de su esposa Marina, unos pocos años antes. Todavía podía recordarlos paseando por el parque tomados de la mano, mirándose como si fueran una pareja de adolescentes enamorados. Mai siempre había dicho que ella quería tener una relación así, y aunque yo a veces me burlaba de ella y de su romanticismo, secretamente también quería lo mismo, un hombre que llenara mi vida como él lo había hecho con su mujer y que guardara mi recuerdo como el mayor de los tesoros cuando yo ya no estuviera, pero ¿qué mujer no querría algo así?

Me acerqué lentamente y me senté junto a él en la banca. Dejó la bolsa de papel en la que llevaba el pan para los pájaros y giró la cabeza hacia mi, sonriendo al instante. Sus ojitos negros brillaron, enmarcados por las numerosas arrugas, pero un momento después aquel brillo se apagó tenuemente. Siempre había tenido la impresión de que esperaba que Marina regresase de un momento a otro, hablaba de ella como si se hubiera ido ayer y no hacía tantos años. Me enternecía y entristecía a la vez que no pudiera superarlo.

- Hola cachetitos – me saludó pasando uno de sus temblorosos dedos por mi mejilla.

- Hola don Sebastián, ¿como está? - me interesé, sonriéndole.

- Te diría que bien, pero la reuma me está matando – se quejó con tono bromista – pero ya sabes lo que dicen, si después de los cuarenta no te duele nada, es que estás muerto. Aunque bueno, tu también tienes lo tuyo – y tomó mi mano herida entre las suyas.

- Ya sabe, la torpe de Dul – me reí de mi misma.

- Algún pequeño defecto tenías que tener en medio de todas tus virtudes – comentó él amablemente – sé que te lo he dicho muchas veces pero... me recuerdas tanto a mi pequeña Marina... - suspiró mientras a mi se me formaba un nudo en la garganta. No podía evitarlo, cada vez que hablaba de su mujer lo hacía con tal veneración y dolor... - era tan buena y divertida como tú, aunque menos extrovertida.

- ¿La quería mucho verdad? - pregunté con la voz temblorosa.

- Supe que era el amor de mi vida en cuanto la vi – respondió él al instante.

- ¿Cómo podía saberlo? - quise saber, intrigada.

- Eso es algo que no podría explicarte, porque ni siquiera yo mismo me explico aún como podía hacerme temblar de esa forma con solo mirarme, como su sonrisa aliviaba cualquiera que fuera mi padecimiento... - se detuvo para secarse con rabia una lágrima que surcaba su envejecido rostro – pero cuando realmente lo entendí fue cuando murió, dejando aquí este triste fantasma que ves ahora...

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora