Capítulo 108 "Judas"

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Supongo que la expresión de una era el fiel reflejo de la otra en ese momento. Ambas parecíamos avergonzadas, incómodas y sorprendidas a partes iguales. Aunque solo fue durante un instante, hasta que yo recordé su actitud egoísta y su nueva obsesión con su nuevo novio, por lo que adopté mi ya habitual máscara de desdén y ligero aburrimiento. Maite debió de observar el cambio que se produjo en mi expresión, porque dejó escapar un largo suspiro antes de hablar.

- Me alegro de que estés bien – dijo al fin.

- Gracias – me obligué a responder, sintiendo una extraña sensación en el estómago. ¿Desde cuando tanta frialdad y formalidad entre nosotras?

- Y me alegro de haberte encontrado, porque quería hablar contigo – prosiguió, empezando a mover el pie ligeramente, en pequeños círculos.

- Soy toda oídos – la insté con cierta acidez en mi voz. Porque yo había querido hacer eso mismo la noche de la fiesta y ella decidió que le apetecía más no dejarse meter mano por su novio.

- Quería disculparme por lo del otro día – murmuró, bajando ligeramente la vista. Y su culpabilidad no me producía tanto placer como el que hubiera esperado.

- Disculpas aceptadas – y mi tono dejó claro que no era así.

- ¿Podrías no portarte así, por favor? - me pidió, aunque su tono ya no era tan vacilante como antes.

- ¿Así como? - pregunté con fingida inocencia.

- Ya estoy haciendo bastante dando el primer paso, lo menos que podrías hacer es disculparte tu también – me recriminó, haciendo que casi se me cayera la mandíbula al piso de la indignación. ¿Que yo hiciera qué?

- Y.... así como por saber, ¿no? ¿Por qué demonios tengo que disculparme yo? - terminé explotando.

- ¿Cómo que por qué? - replicó, en apariencia con incredulidad.

- Ah, si, espera, eché mi bebida sobre tu novio... hablale a la policía, no opondré resistencia cuando traigan el coche patrulla – me burlé, provocando un mohín por su parte.

- Obvio no es por eso. A parte de tu actitud, que ya es bastante por lo que disculparse... Dulce, desapareciste por la noche, no le avisaste a nadie, nadie te había visto ni sabía de ti... ¿cómo crees que me sentí?

- ¿Aliviada? - sugerí, alzando las cejas, desafiante. Me miró perpleja -. Al fin de al cabo hice lo que querías, te dejé a solas con tu novio para que disfrutaran la noche.

- ¿En verdad crees que eso era lo que quería?

- No lo sé Maite. A estas alturas ya no sé nada. Porque hace dos semanas todo estaba perfecto y ahora siento que no puedo confiar en nadie – confesé, muy en contra de lo que tenía pensado. Eso era dar muestras de debilidad al adversario.

- ¡Todo esto lo has provocado tú Dulce! ¿No te das cuenta? Desde que ha llegado Ximena todo ha ido a peor... tu has cambiado.

- ¡Claro que no es culpa de Ximena! ¡Ella no tiene nada que ver! ¡La que no se da cuenta eres tu Maite! ¡Las cosas han ido a peor desde que tu andas con Diego, desde que Annie tiene celos absurdos, desde que mis amigos se ponen de parte de una golfa de plástico que acaba de llegar... eso es lo que ha hecho que vaya a peor!

- Ah, ¿entonces se supone que para que todo esté bien contigo tengo que estar sola, encerrada en mi habitación, esperando tus llamadas para consolarte y ya? ¿Esa es mi misión en la vida, ser tu pañuelo? - me preguntó, casi temblando de ira y omitiendo la mayoría de mis objeciones. Me hubiera dado miedo de no saber que corría más rápido que ella en caso de tener que escapar.

Un Verano para RecordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora