Capítulo 3.-

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Narra Alondra Ferreyra

Estaba parada en la calle en medio de la noche con ese estúpido asesino de mi auto, cuando una mujer bastante hermosa y joven se acercó a él y lo abrazó. Yo fingí no ver nada y me retiré un poco de ellos cuando sentí que alguien me tomó del brazo, era mi papá que llegó lo más rápido que pudo al recibir mi llamada y después de contarle lo que había pasado él me preguntó:

– ¿Estás bien, hija?

Le dije que sí con un movimiento afirmativo de cabeza. Levantó la cara y al ver que estoy llorando, sin dudar me abraza y me tranquiliza un poco, después comencé a relatarle lo que había ocurrido, a lo que él reaccionó de lo más tranquilo. Pensé que moriría de coraje en cuanto supiera que no nos pagaría nada el seguro y lo contrario a eso, llamó a alguien para pedir una grúa y me dijo que a partir de ahí él se haría cargo, pero antes debía hablar con la otra parte. Así que se apartó de mí y se dirigió a ese tipo y a la señora con quién estaba para dialogar la situación.

Pasó un rato mientras charlaban los tres, aproveché entonces esos momentos para mandar un mensaje a uno de mis mejores amigos Julio Cesar con quién había quedado de verme cuando pasó toda esta situación. En fin estaba escribiéndole que no podría llegar pues aún no se solucionaba ese asunto, cuando sentí que alguien tomaba mi mano, levanté mi vista para ver que era ese desgraciado...

–Suéltame, ¿Qué rayos quieres? – Demandé furiosa – Deberías estar ocupándote del problema que tú ocasionaste. Por tú culpa no podré ver a mi amigo.

Eran de las pocas veces que nos podíamos ver, teníamos mucho que contarnos, tomaríamos algunas copas y pasaríamos un rato muy agradable y todo se dañó por culpa de este tipo.

–Tranquila tía. Justamente mi mamá y tú papá lo están arreglando ahora mismo y se me ha ocurrido proponerte que nos tomemos un café – Me pidió él muy seguro de si mismo, lo que me causó un ataque de risa – Y no acepto negativas, el primer taxi que pase por aquí lo pienso detener para irnos.

¿Este qué se creía para hablarme de esa manera, el rey del universo o qué? además no estaba de humor para aceptar ir a algún lado con él, por nada del mundo quería estar a solas con semejante delincuente.

–Yo no soy tu tía. Y me doy cuenta que tú sí que estás bien mal de la cabeza, ¿Por qué querría yo ir contigo a tomar un café o lo que sea, después de lo que ha pasado? – Pregunté más que enojada – Obviamente no iré contigo a ninguna parte, olvídalo.

–Claro que iremos, de hecho ya lo hablé con tu papá y está de acuerdo. Ahora que si no me crees, ve y pregúntale tú misma.

–Al único lugar que iré contigo es a la delegación, para testificar cuando te metan a la cárcel – Manifesté furiosa.

No creía nada de lo que me estaba diciendo, si ya le había dicho a mi papá lo que pensaba de este sujeto, asesino de autos.

Papá se acercó a nosotros y me dijo justamente, lo que ese infeliz me acababa de decir.

–Hija, nosotros nos ocuparemos de ahora en adelante de la situación.

–Pero, papi...

–No es necesario que se queden aquí, ni siquiera van a poder arreglar nada.

Yo quise decir algo, pero no pude, ya pues la mamá de él, se acercó para presentarse conmigo muy amablemente.

–Hola, soy Carmen Ramírez, mucho gusto.

Extiende su mano y no puedo hacer otra cosa que tomarla, no era una mal educada.

–Alondra Ferreyra, el gusto es mío.

Una señora tan amable ¿Cómo podía tener esa clase de hijo? entre más lo veía más lo odiaba.

–Me dijo David que irían a tomar un café, es lo más conveniente, en cuanto esté todo arreglado les avisamos.

Tenía que aceptar en ir a tomar ese café con él. Tanto David cómo yo, nos despedimos de nuestros padres y caminamos hasta llegar a la Avenida, dónde él no tardó en hacerle la parada a un taxi, que se detuvo un poco delante de dónde estábamos nosotros, entonces él me tomó de la mano haciéndome sentir un corrientazo de electricidad y algo que encendía cosas dentro de mí, corrimos al taxi tomados de la mano y nos subimos. 

Obviamente ya que íbamos ambos sentados en el taxi lo solté enseguida. Él le dijo al conductor del taxi que nos llevara a un Vips y mientras íbamos en marcha yo evitaba a toda costa mantener una plática o tener siquiera contacto visual con ese delincuente. Me limitaba a estarme secando las manos en mi pants, que de un momento a otro empezaron a sudar inexplicablemente.

Él al parecer lo notó y se aproximó un poco a mí de forma que su perfume invadió todo el espacio del taxi, siendo un aroma por demás delicioso que se coló muy dentro de mis sentidos. Afortunadamente no se acercó más a mí o no sé qué me hubiera pasado.

Cuando llegamos al Vips, él por supuesto le pagó al taxi y nos bajamos. Entramos al lugar y nos sentamos en una mesa tipo gabinete quedando uno frente al otro, mis manos no dejaban de sudar y sentía mi corazón acelerado inexplicablemente. No tardaron mucho en irnos a llevar la carta y después a tomar la orden, él ordenó un café capuchino y una rebanada de un pastel de fresa, yo por mi parte solo tome un café normal del que lleva refill, necesitaría dosis industriales para soportar el rato que estuviera ahí sentada con ese maldito tipo. Mientras tomábamos el café, él me miraba fijamente y después de permanecer en silencio al fin se animó a hablarme.

– ¡Hey tía! ¿Es en serio que solo quieres tomar café? No te lo voy a cobrar por si eso te preocupa – Se reía divertido de la situación – Hoy yo invito todo y ya que tengas el lugar, ya sabes para lo del funeral de tu auto, me avisas para enviar una corona e ir a mostrar mis respetos.

Mi ConsentidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora