Capítulo 32.-

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Narra Alondra Ferreyra

Me sale la valentía, me molestaba que me retaran en algo, lo que tenía yo era que, en cuanto eso sucedía, mi ego se elevaba y hacia cualquier cosa para salir victoriosa de cualquier situación, es más, yo misma me retaba a ser mejor cada día y me superaba, nadie se podía dar el lujo de decir, que me había ganado ante un reto y eso no iba a suceder nunca y mucho menos hoy, así que si apostaba él en algo, iba a salir perdiendo.

–Veo que has encontrado el significado exacto de la palabra. Lo siento mi consentida pero tu reacción sólo indica miedo. Te retaría a que te perfores los oídos pero no soy tan malo, te compraré otra cosa.

Más me encendió en la forma en que lo dijo, eso me calentó hasta decir basta; no chiquito, esto no se iba a quedar así, es más si me retaba era capaz hasta de perforarme una ceja, el labio, la nariz, la lengua, lo que se le ocurriera, aunque después tuviera que quitármelo, pero de que lo cumplía, lo cumplía.

–No, de eso nada y ¿Sabes qué? Te has equivocado de todas conmigo, a mí no me reta nadie.

Le advertí, porque era la verdad, yo no me dejaba apabullar de nadie, de testigos estaban mis hermanas, mis amigos e incluso la señora Petra Pérez de Ferreyra, bueno ella más que todos lo tenía claro, nuestros encontronazos habían sido épicos, pero no quiero tentar más a mi suerte con ella, por eso la próxima, soy capaz de evitarla, si era preciso , me daba la vuelta, si la veo caminar hacia mí.

–Tranquila, no tienes motivos para cabrearte. Yo sólo estoy jugando – Quiso calmarme David pero a ese punto, ya era imposible – Te amo Alondra y te ves más maja así cabreada.

Cuando iba a responderle algo nos llevaron la comida y que bueno o no sé en ese punto lo que habría dicho. Comimos a un buen ritmo y en silencio afortunadamente para no meter más leña al fuego que, dentro de mí estaba por incendiar todo, me estaba quemando por dentro. 

Mientras comíamos, yo evitaba mirarlo a toda costa y al terminar pedimos la cuenta y cuando la chica la llevó aproveché para que ella me ayudara con algo.

–Señorita disculpe, sé que no es su trabajo pero quisiera saber si usted me puede recomendar un lugar aquí en la ciudad dónde me pueda ir a perforar los lóbulos de las orejas – Pedí con amabilidad.

–Claro que sí. Está en una zona de aquí del centro una joyería dónde en la compra de los aretes le hacen el orificio gratis o si no aquí en la esquina a la derecha hay un lugar dónde hacen piercing y tatuajes ahí también podrían ayudarla señorita – Respondió la chica con amabilidad.

–Muchas gracias, señorita.

–Por nada.

David pagó la cuenta y salimos a la calle. Él quiso tomarme de la mano, lo cual yo no acepté seguía molesta por lo que me había dicho y conociéndome no me quedaría en paz hasta que tuviera ambos lóbulos perforados, me había picado y ahora se aguantaba.

–Princesa mía, cálmate por favor – Me abrazó David, yo manoteaba para que me soltara pero era inútil – En serio no quise hacerte cabrear ni que te sintieras mal.

–David suéltame por favor y camina. Vamos a buscar dónde me puedan hacer ese orificio – Respondí alterada – Para que te tragues tus palabras.

–Alondra, no te soltaré hasta que te calmes – Suavemente David me acarició el cabello hasta que comencé a sentir calma e incluso sueño, así que me di por vencida – ¿Ya estás mejor, mi princesa?

–Sí ya lo estoy, pero por favor nunca me vuelvas a decir lo que has dicho y menos si aún, no me conoces del todo.

–Está bien. No vuelvo a abrir mi boca para decirte nada, te amo preciosa ¿Nos vamos?

–Por favor – Tomé su mano y seguimos caminando.

Llegamos primero a la joyería dónde vimos que lo que me dijo la chica del restaurante era verdad. Incluso estaba anunciada esa promoción en una cartulina, no pensaba comprar otros aretes pero entramos a preguntar si podían hacerme el orificio.

–Señorita, buenas tardes. Mi novia se quiere hacer los orificio para los pendientes ¿Usted se los puede hacer, por favor? – Preguntó David a la chica que estaba en la joyería.

–Buenas tardes, desde luego que sí. Todos estos aretes de aquí de mostrador son parte de la promoción. Escojan alguno mientras voy por la máquina para colocárselo a su chica – Respondió la empleada.

–Muchas gracias.

Nos pusimos a ver los aretes, nunca pensé que en un solo lugar pudiera haber tanta variedad yo no era de las chicas que iba de compras para eso estaban mis hermanas. David los miraba con detenimiento, mientras que a mí, me daba igual. Yo quería usar los que, él me había regalado.

– ¿Cuáles te gustan, princesita? – Me preguntó David – Los que tú quieras, lucirán hermosos en ti.

–Me gustan los que me has dado tú, mi amor y esos quiero que me pongan, ¿Crees que vaya a haber problema? 

–No, pero debemos comprar unos de cualquier modo. Es la política de la tienda y está anunciado ahí en la entrada. Que te pongan los que te he dado, pero nos llevamos el otro par ¿Qué dices muñequita? 

–Bien, pero escógelos tú, por favor – Dije aceptando lo que me decía. No había forma de ganar con él.

La chica no tardó en volver y David ya había escogido un par de aretes, solo que le indicó que me pondría los que ya llevábamos nosotros. Entonces la chica me tomó de la mano y me dijo:

–Señorita, ¿Me puede acompañar detrás de la cortina? Para ponerle sus aretes.

–Sí claro – Respondí sintiendo miedo en ese mismo momento.

David me dio un tierno beso en los labios y después me fui con la chica para que me hiciera el trabajo. Tenía mucho miedo pero no me pensaba echar para atrás, lo mejor fue que él no pasó y no pudo ver el miedo en mis ojos.

Mi ConsentidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora