Capítulo 24.-

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Narra Alondra Ferreyra Pérez

Carmen representaba a todas las madres que se preocupaban por sus hijos, así era como se tenía que comportar una madre, no solo con sus hijos, sino también con los amigos de sus hijos, para que otras trataran bien a los suyos, está de más hablar de cierta persona que nunca lo haría.

–Sí, mi amor, en casa ya no tendrás problema, tu madre no se va poder acercar a ti.

–Hija, siento que las cosas se hayan salido de control, pero ya esto no se lo vuelvo a pasar a Petra.

–En dado caso señor, pondré una orden de alejamiento.

Mi chico sale en mi defensa, quisiera comérmelo a besos delante de todos, pero no quería hacer un espectáculo con todos los que estaban a nuestro alrededor, pero lo recompensaría, he llegado a la conclusión que él era lo que estaba esperando, un regalo una promesa, no sé algo que me tenía que corresponder, algo que me merecía.

–No será necesario, hijo, Petra ya no se acercará a mi hija con esas intenciones, hablaré muy claro con ella.

Mi padre nada podía hacer ante esa mujer tan dominante, siempre quería hacer lo que le diera su gana y él acababa cediendo, porque siempre había sido así, su mujer lo manipulaba a tal grado que se olvidaba que tenía una hija que lo necesitaba también, las otras hacían lo que ella quisiera y por eso las trataba mejor que a mí, pues yo no me dejaba comprar, ni controlar por nadie.

Mi hermana Anastasia había tenido que irse porque mis sobrinas se habían quedado solas. Mi papá la había acompañado a que tomara un taxi y regresó para cuando me dieron el alta. Le di un beso en la mejilla como forma de despido.

–Ya tenemos que irnos.

–Claro, los acompaño a su auto.

– ¿Y ustedes chicos, quieren venir con nosotros?

Carmen se ofreció a llevar a mis amigos que desde que salimos de la habitación se acercaron a mí y me abrazaron.

–Muchas gracias, señora, nosotros tenemos que regresar a nuestras casas, tenemos deberes que realizar.

Llegando a casa de David, él me tomó en brazos y me llevó directo a su cama a dónde estaba mi peluche de Kitty a la que abracé con mucha ternura. Estando solos pude decirle a mi príncipe toda la verdad, que me dolía mucho la cabeza.

–David, mi amor ¿Hasta dónde ha ido tu mamá por la medicina? – Pregunté sin soltarme de sus brazos ni por un segundo – Lo que pasa es que me está doliendo mucho la cabeza, no aguanto el dolor y siento que me va a estallar.

–Ha ido aquí cerca. Tranquila preciosa, se te quitará el dolor, estás conmigo y haré siempre todo lo que sea por tú bien. Mi niña hermosa, nunca me sentí tan asustado y aterrado en toda mi vida que en esos momentos en los que no despertabas.

–Mi amor, ya estamos juntos y no quiero separarme nunca de ti. Tenías razón no debí volver a mi casa, soy una estúpida, esa mujer es capaz de matarme.

–Te amo mi princesita hermosa, siempre te voy a proteger. Dime ¿Qué necesitas?, ¿Quieres darte un baño o comer algo? – Se ofreció mi guapísimo David a atenderme.

–Sí mi amor, quisiera comer algo pero no quiero que te vayas. Sigue aquí conmigo mientras llega Carmen, por favor.

–Lo que diga la mujer más bella de éste mundo – Me miró mi David con ojos de amor – Te amo Alondra.

–Yo también te amo a ti, con todas las fuerzas de mi alma, mi niño.

Nos relajamos un rato en su cama, estando abrazados. El me transmitía un estado inexplicable de calma, de amor, de muchas cosas juntas. Carmen no tardó mucho en llegar y subió enseguida un vaso con agua para que tomara mis medicinas y después bajó para prepararnos algo de cenar a David y a mí. Bajamos a cenar más tarde y después de eso volvimos a subir a su recámara para poder dormir, pero antes de eso quise buscar el papel que David me había dado con mi peluche de Kitty, pues de tantas cosas que pasaron no lo había podido leer. Lo buscaba en todas las bolsas de mi chaqueta y en las de mi pantalón y al no encontrarlo me comencé a desesperar. De pronto levanté la vista y mi guapísimo David, lo estaba sosteniendo en su mano con una sonrisa.

–Mi princesa, ¿Buscabas esto? Mi niña hermosa de mi corazón – Se acercó tiernamente a mí con el papel en mano – Sé que sí.

–Sí mi amor. Sí lo estaba buscando ¿Me lo entregas por favor? Discúlpame no he podido leerlo, con todo lo que ha pasado.

–Tranquila bonita. No pasa nada, pero en ese caso si no lo has leído quisiera que al menos me permitas ser yo el que te lo pueda leer – Dijo mi príncipe mirándome con mucha ternura – Pero primero nos metemos a la cama y te abrazo, mientras lo leo.

–Claro mi amor, vamos a acostarnos. Me está dando sueño el medicamento – Dije después de bostezar.

Nos acomodamos en la cama, David se sentó bajo las cobijas y yo lo abracé quedando en su pecho mientras se acomodaba bien para leerme lo que había escrito. Yo lo abrazaba con ternura y de pronto sin previo aviso él comenzó a leerme “Alondra, me encantas toda tú, amo tu caos, amo lo que eres, amo tu intensidad, amo tu gusto por el peligro, amo tu espíritu de aventura, amo tu hermoso cabello enredado en mis brazos cada amanecer, amo tus preciosos ojos y tus tupidas pestañas, amo tu ternura y amo más tu sensibilidad, amo esa forma tuya tan transparente de amar. En ti sólo veo arte, aun cuando tú dices que eres un desastre”

Al terminar David de leer, mis lágrimas cayeron pero eran lágrimas de felicidad, nadie nunca me había escrito algo tan hermoso cómo aquello, llegué a pensar que nadie me dedicaría algo así en la vida y aquí estaba mi novio con estas palabras tan hermosas, me describía tal cual era, y era un desastre.

–Me ha encantado mi amor, muchas gracias – Me levanté un poco de sus brazos para besarlo – Te amo David y no puedo explicarte con palabras, todo lo que amo de ti.

–Yo te amo más, princesa mía.

Mi ConsentidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora