Capítulo 27.-

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Narra Alondra Ferreyra Pérez

Estaba que no me podía creer que David me hubiera hecho un regalo cómo ese, ¿Dónde habían quedado los detalles simples? Pensaba para mis adentros cuando David, me besó suavemente recostándome en la cama, a lo que yo simplemente me dejé llevar por sus deliciosos, dulces y tiernos besos, que causaban en mí un estremecimiento total y absoluto, acompañado de sensaciones indescriptibles para mí. 

Era como si las olas del mar me hicieran sucumbir ante su fuerza atrayente, como si me estuviera llevando a lo profundo, arrastrándome en esa inmensa marea de sensaciones. Los besos fueron subiendo de tono, entonces recordé que estábamos en su casa, en su recámara y que Carmen también se encontraba aquí, así que detuve el beso y me incorporé de inmediato.

–Alondra, ¿Qué pasa mi amor?, ¿Te sientes mal? – Preguntó David un poco preocupado por mi reacción – Recuerda que no haremos nunca, nada que tú no quieras.

Sabía de sobra que él nunca me obligaría a hacer algo, que yo no quisiera, él respetaba las decisiones de cada quien, desde luego que no me estaba forzando, solo que era una cuestión diferente, quería hacer las cosas bien, sin que nos interrumpieran y volver a pasar la vergüenza de que, nos sorprendieran de nuevo, no lo permitiría.  

–David mi amor, claro que por supuesto que quiero. Pero por favor entiéndeme, dado lo que pasó la vez anterior con Carmen, yo preferiría que nos fuéramos a otro lugar – Pedí desde el fondo de mi corazón – No quiero faltar el respeto a su casa.

–Mi princesa, no pasa nada. Mi madre nunca invade mi privacidad, pero será cómo tú quieras mi princesa. Si quieres nos quedamos aquí y sólo podemos ver una peli y dormir o si quieres podemos ir a un lugar un poco más privado, solos tú y yo. La decisión es tuya mi princesa.

–Vamos a otro sitio mi amor, por favor – Le pedí mirándolo a los ojos muy decidida, algo que era raro en mí.

–De acuerdo mi princesa, sólo le avisaré a mi madre que vamos a pasar la noche fuera.

–Gracias mi amor, por ser cómo eres conmigo.

–No Alondra, eres tú quién me hace ser así, ¿Podrías llamar a un taxi por favor?

–Claro que sí, mi amor.

David fue a avisarle a Carmen que saldríamos esa noche solos los dos, yo bajé en busca de un teléfono para pedir el taxi y unos minutos después bajó mi hermoso David con una mochila con ropa para ambos para cambiarnos al día siguiente, algo que a mí se había olvidado totalmente, así cómo se me olvidaba todo cuando estaba con él. 

El taxi llegó y David me tomó de la mano, nos subimos ambos en la parte de atrás y David le dio un papel con una dirección al chofer del taxi. En cuanto estuvimos en el asiento de atrás David, me atrajo a sus brazos y poco a poco se fue acercando a mi boca, de la que recibió respuesta inmediata. No me importó que nos viera el chofer del taxi, ni dónde nos detuviéramos, ni a dónde íbamos, en aquel momento sólo éramos David y yo, su boca y la mía, diciéndonos tantas cosas sin hablar, solo sintiendo la urgencia del uno por el otro. 

Al primer beso, que fue largo, íntimo y apasionado, siguió otro y otro más. No podíamos dejar de besarnos y ninguno de los dos teníamos intención de separarnos. Después de lo que para mí había sido un soplo de tiempo, el chofer del taxi carraspeo delante de nosotros que terminamos soltándonos de mala gana. Se detuvo entonces en la entrada de un lujoso hotel en el centro de la ciudad. 

David, me ayudó a bajar del taxi y enseguida volvió a besarme con un sentimiento de desesperación y de urgencia, lo mismo que estaba sintiendo yo. Al separarnos un poco para tomar aire, él cómo todo un caballero quiso darme elección de hacer otra cosa más.

–Mi princesa, ¿Quieres que vayamos a caminar? O no sé tal vez a cenar algo más – Me preguntó David, que en el fondo sabía mi respuesta.

–No mi amor, estoy bien gracias.

–Está bien mi muñequita, ¿Quieres que ya entremos al hotel? 

–Sí, David.

Nos tomamos de la mano y entramos al hotel. David se registró en la recepción mientras yo permanecía de pie junto a él tomándolo de la mano. Nos dieron la tarjeta de nuestra habitación y supe entonces que esa noche, sería suya sin ninguna interrupción, sin nada que pudiera separarnos, ni romper ese momento especial para amarnos, hoy sería el día memorable aparte de que estábamos cumpliendo un mes de ser novios.

Se nos hizo eterno el camino por un pasillo del hotel, hasta que llegamos a la habitación y entramos en ella, apenas cerramos la puerta detrás de nosotros y nos enredamos de nuevo en un beso, esta vez un beso intenso y apasionado. Jamás había deseado tanto a un hombre y jamás había tenido tanto miedo de no estar a su altura. Me moría de pena al no cumplir con sus expectativas, prácticamente era ignorante de algunas cosas.

Yo no había tenido ninguna relación formal con nadie, sólo amigos con derecho y unas aventuras que no duraban mucho, no era para nada una amante experimentada ni nada por el estilo. Por otro lado tenía que competir con David y con su experiencia que a juzgar por todo lo que sabía de él, seguramente había compartido el lecho con muchas mujeres, temía decepcionarlo pero a esas alturas, nada nos podía ya detener.

–Ven mi princesa – Me susurró David en el oído y me llevó de la mano a la cama.

David me desnudó despacio, deleitándome con sus suaves caricias mientras me iba descubriendo. Por mi parte yo, aun estando demasiado nerviosa, comencé a hacer lo mismo con él, nos acariciamos con suavidad, él llevó las manos a mi pecho y comenzó a acariciarme por encima de mi sujetador con mucha lentitud, lo que me hizo arder de deseo enseguida. 

Mi ConsentidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora