Capítulo 146.-

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Narra David De María

En ese momento, Alondra iba bajando las escaleras de la cabaña. Se veía despeinada, llorosa y cansada, lo que no era una buena combinación, pero eso ya no era de mi incumbencia, se acercó a mi madre para saludarla, como hacía todos los días.
–Buenos días Carmen – La abrazó Alondra.
–Buenos días Alondra, ¿Pudiste dormir algo? – Todavía se preocupaba por ella.
–No Carmen y lamento si tú tampoco has podido descansar por mi culpa – Hizo una pausa y me miró. – David, ¿Podemos hablar por favor? –Ella se volvió a mí, para pedirme eso de hablar – Quiero pedirte, que me perdones y si quieres que Carmen esté presente, pero te amo y no quiero perderte. Lo eres todo, todo para mí.
Con que descaro me pedía eso y osaba decir que me amaba. Me quise reír en su cara, era una cínica de lo peor. Así que me solté a decirle todo lo que se merecía, no me iba a tocar el corazón y que viera en lo que me habia convertido por su culpa. Porque nadie más la tenía, yo no era así y vino a sacar todo lo malo de mí.
–Qué bonito me lo demostraste, besándote con otro, pero no te culpo. En tu familia te criaron como un animal salvaje en un pueblo sin ley y eso te ha hecho ser lo que eres, una mujer que no conoce principios, que no conoces el respeto, que no conoces el amor y cuando un hombre bueno y hasta imbécil, como yo te quiere amar, como la dama que se supone que eres, no lo sabes valorar porque siempre has sido una perdida –Dije destrozándola en ese momento – Por eso es que no puedes llevarte bien con tu madre, con Petra. Ella se la ha vivido siempre engañando a tú padre, todo Morelia, lo dice y lo sabe y veo que ese talento, lo has heredado tú, eres una cualquiera, eres una piruja, eres una desgraciada y…
–Cállate, David de María – Gritó mi madre con mucha furia – No tienes ningún derecho, de maltratarla así, ella ya te ha pedido perdón y te está pidiendo que hablen. No tienes por qué ser un majadero, grosero y patán. Si no quieres hablar ahora con ella, sólo se lo dices, que ahora no van a hablar y eso es todo, pero no te luzcas delante de mí haciéndole daño.
–Qué bonito madre, de nuevo te pones de su lado. Creo que ahora, con más razón entiendo todo y sé que entonces la versión que siempre me has dado, de tu rompimiento con mi padre es equivocada. Tú te viniste de España y lo dejaste porque si defiendes a Alondra con tanto empeño, es porque tú eres o fuiste igual que ella, seguramente tú te acostabas o andabas de amante, con alguien de México y por eso te dejó mi padre y él como caballero que es, para tapar tu honra me ha dicho, que fue justo lo contrario. Dios las hace y tú y Alondra se han juntado – Dije sin medir mis palabras.
Mi madre lloró pero no de coraje, era de sentimiento y después se levantó del sillón, me puso dos cachetadas bien puestas y se recompuso, para después seguir con la reprimenda en mi contra.
–No tienes ni la más remota idea, de todo lo que pasó en mi pasado David de María y por eso te exijo que te calles la boca, de una vez por todas, si no sabes nada. No eres nadie además para juzgarme ni a mí ni a Alondra, a mí porque soy tu madre y a ella porque es la mujer que amas. Por Dios hijo, tienes que aprender a controlarte, que esos arranques de ira tuyos, no te van a llevar a nada bueno.
–Perdóname madre, no debí tratarte así y no vuelvo a insultarte – Le pedí perdón – Por favor, discúlpame y te prometo, no volver a faltarte al respeto. Al menos a ti no, pero con Alondra no hablaré ella es una cualquiera que no merece, ni es digna del amor de un rey, de un Dios, de un De María cómo yo.
–David, mi amor yo te amo y sé que me amas a mí. Por favor, dame la oportunidad de arreglar esto – Dijo Alondra totalmente descompuesta en llanto –Eres mi razón de vivir, de amar y sólo contigo y en tus brazos sueño volverme mujer.
–Cállate desgraciada y no quiero saber de ti, ya no eres mi princesa, ya no eres mi consentida, ya solo eres una basura que recogí y que quise convertir en un tesoro, pero la basura siempre es la basura y eso me pasa, por fijarme en una mujer de la calle cómo tú – Le dije matándola con mis palabras – Eres una Floricienta, eres una pobre diabla, eres una hostia puta. – Saqué todo lo que traía atravesado en el pecho. – Saldré un rato madre.
–David, ¿A dónde piensas ir? Al menos dime, para no estar con el pendiente – Preguntó mi madre preocupada – No quiero que hagas ya, más tonterías hijo.
–Voy, por ahí a donde pueda estar solo – Respondí desganado – No quiero estar aquí, viendo a esta desgraciada.
Mi madre ya no me dijo nada, ante mi decisión de salir a la calle, pero Alondra me siguió y cuando estaba por abrir la puerta de la cabaña, para salir a la calle, ella se puso de rodillas y me abrazó de un pie, para seguir llorando y suplicándome perdón, algo que me hizo sentir Superman en aquellos momentos.
–David, mi amor, no te vayas yo te amo. Perdóname por favor – Lloraba desconsolada – Haré lo que tú quieras si me perdonas, ponme tú las condiciones, seré tu esclava o lo que quieras que sea, pero no me dejes, no te vayas por favor, te amo mi güero.
No me pena verla suplicando mi perdón, porque ella se merecía eso y más, no era mi culpa, que no se supiera comportar como una dama, con su comportamiento de ayer ya no valía nada para mí.

Mi ConsentidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora