Narra David De María
Después de incitar a Alondra a que pidiera un postre, mientras nos los llevaban la miraba detenidamente, lo cual al parecer ella no lo notó en absoluto pues no me sostenía la mirada. La sorprendí de pronto mirando la hora en mi reloj y eso me disparó a mil los latidos de mi corazón. Si lo traía puesto debía de ser por algo y no precisamente por querer entregármelo, lo cual no tenía intención de hacer.
Cuando llegaron a llevarnos los postres y café, ella levantó la mirada para verme, haciéndome sentir afortunado por el sólo hecho de mirar esos ojos que me hablaban sin palabras. Comencé a comer mi pastel y ella sólo se quedaba mirando al suyo y jugaba con el tenedor, entonces tomé un pedazo de su pastel y le empecé a dar en la boca. Ella sólo aguantó comer un poco y después yo me terminé el mío y lo que quedó del de ella.
Ya que terminamos de cenar, salimos del restaurante dónde el valet parking me entregó las llaves de mi auto, le abrí la puerta a mi consentida para que subiera y después nos fuimos a parar a un mirador desde dónde se veía la ciudad. No quería irla a llevar a su casa, no todavía y menos a juzgar por la actitud de su madre que no me había gustado nada.
Nos bajamos del auto y Alondra se sentó en un barandal que estaba en el mirador y comenzó a mecerse ahí, lo que me aterró bastante por el miedo a que se cayera, así que aprovechándome de eso la abracé haciendo que se ruborizara enseguida. Me encantaba eso en ella que era una niña inocente por la que ya estaba totalmente perdido a sólo un día de habernos conocido, me ganó un poco la risa de toda la situación y ella me miró desconcertada.
–David, ¿Ahora resulta que te ríes solo? Cuéntame el chiste para reírme yo también – Demandó Alondra.
–No es ningún chiste, mi consentida. Es sólo que no puedo creer todo lo que nos ha pasado en un día – Seguí riéndome sin poder contenerme.
–Sí y yo nunca había conocido a alguien que comiera tanto dulce. Si sigues así pronto tendrás diabetes.
–No es para tanto mi princesa, además me agrada saber que te preocupo. Con todo esto no te he pedido tú número de móvil y creo que ya me lo merezco, ya que somos novios.
–Toma mi celular y anota tú número en él y ahorita te marco y me agendas. Es que no me sé mi número yo, pues nunca me llamo.
Respondió ella muriéndose de risa. Joder que tenía una sonrisa preciosa, parecía que iluminaba todo alrededor.
–De acuerdo mi consentida. Enseguida lo hago.
Lo hice sin dejar de abrazarla, ni por un momento. Quería hacer ese momento eterno y ya que hice lo que acordamos, le devolví su móvil.
–David, ¿Me regalas un cigarro? – Me pidió ella tiernamente – Por favor, amor.
–Mi consentida, yo no fumo. Pero si es tan urgente para ti, vamos a comprar unos – Dije siendo atento y caballeroso con ella.
–Claro y de paso unas bebidas, ¿Qué te gusta tomar, David?
–Me gusta de todo un poco, ¿Y a ti?
–A mí también, pero justo ahora se me antojan unas viñas – Respondió Alondra riéndose divertida – ¿Te tomarías unas conmigo?
–Claro que sí. Vamos a un Oxxo a comprarlas.
Nos volvimos a subir al auto y fuimos a comprar las bebidas, después de hacerlo volvimos al mirador a tomarnos las bebidas y a platicar un rato más. Ella estaba más desinhibida más relajada, lo que me encantaba y mientras platicábamos y tomábamos yo le robaba muchos besos, unos dulces y otros apasionados. Esa noche supe un poco más de ella, que estudiaba casualmente en la misma escuela que yo, sólo que ella iba en el último año de bachillerato.
Nos la estábamos pasando de lo mejor, cuando comenzó a llover horrible. Cogimos las bolsas con las bebidas restantes y corrimos para subirnos al auto, pero inútilmente pues al quedar un poco lejos del mirador nos alcanzamos a empapar terriblemente y terminamos subiéndonos al auto totalmente empapados sobre los asientos de piel, pensé dentro de mí que mi madre iba a matarme. Nos terminamos ya a bordo del auto las bebidas que quedaban y después me dispuse a llevar a Alondra a su casa, pues era ya tarde, estaba mojada y no quería que además ahora se enfermara por mi culpa y seguramente tendría clases mañana por la mañana.
Me puse en marcha para llevarla y me detuve unas calles antes de llevarla a su casa, para besarla y despedirnos como era debido, después de una apasionada sesión de besos al fin me moví de ese lugar y la llevé a su casa. Me estacioné y bajé para abrirle la puerta del auto para que bajará, la volví a besar apasionadamente y después de un esfuerzo por soltarnos, al fin la solté cuando notamos ambos que las cortinas de su casa se movían, seguramente nos habían pillado lo cual a ambos nos daba igual. Finalmente mi consentida entró a su casa y yo esperé ahí fuera un rato cómo si presintiera lo que pasaría después. Me fui conduciendo despacio a mi casa y al llegar, cuando entré a mi casa, cómo era de esperarse mi madre estaba esperando novedades.
–Hola madre. Aquí te dejo tus llaves, muchas gracias por prestarme tu auto, aunque debo advertirte que está un poco mojado, pues se dejó venir un diluvio – Expliqué sin poder dejar de sonreír.
–Hola hijo, bueno mejor mojado que chocado. Creo que te fue muy bien a juzgar por esa sonrisa enorme. Quiero definitivamente que me des detalles de la cita, pero primero sube a cambiarte de ropa y enseguida te llevo un té que no quiero que te vayas a resfriar.
–Gracias madre.
Subí a mi recámara a ponerme ropa seca, por las prisas de subir a quitarme rápido la ropa mojada, dejé mi móvil en la sala y entonces mi madre subió a mi recámara para dármelo pues me estaba entrando una llamada.
ESTÁS LEYENDO
Mi Consentida
RomanceAlondra ha sido mía desde el primer momento que la vi, los libros hablan sobre chispas en el aire, cuando se encuentran dos almas gemelas, lo nuestro fueron luces de bengalas, luminosas, mostrándonos lo peligroso que podemos ser si nos acercamos lo...