Narra David de María
–Odio lo bien que me estás conociendo, quise sorprenderte y te quiero dar algo pero tendrás que venir a buscarlo – Susurró Alondra cerca de mi oído encendiendo todas mis terminaciones nerviosas en una milésima de segundo – Cierra los ojos y cuenta hasta 20, después búscame entre las estanterías de libros y te daré lo que tengo para ti.
–Alondra mi princesa, estamos en la biblioteca del Tec, no podemos hacer mucho ruido, ni desorden.
–Búscame en silencio, David. Te amo – Dijo ella, me besó tiernamente y desapareció ante mis ojos.
No tengo la menor idea de cómo hizo ella para desaparecer tan rápido, pero lo hizo. Yo después de buscarla rápidamente con la mirada y no verla cerré los ojos, conté hasta 20 sintiéndome como dentro de algún reto infantil y después me levanté sin armar jaleo, para buscarla tal y cómo ella me había pedido.
Recorrí los pasillos de los libros del área de bachillerato con un poco de detenimiento, ella es tan pequeña de estatura y tan menuda de complexión que podía estar en cualquier lugar. Pensé dónde podía estar escondida, pero solo habían estanterías de libros. Llegué a una zona destinada para la literatura universal y ahí encontré un cisne de papel, le di la vuelta a la figura y atrás estaba escrito algo por su puño y letra: “Deja volar un poco el tiempo”
Guardé la figura en mi chamarra y volteé en todas direcciones, pero nada de ella. Seguí caminando por los pasillos revisando cada estantería, en busca de una segunda figura cuando llegué al área de historia del arte, me topé con la segunda figura, la de una flecha de papel, repetí lo que hice con la primera y ésta decía también escrito por ella: “Todas las noches hablamos de amor, tu juegas con caricias suaves flechando mi corazón”.
Yo no era mucho de éste tipo de cosas, siempre he sido muy desesperado. Saqué mi móvil y cuando ya le iba a escribir un WhatsApp a Alondra, diciéndole que me rendía, ella me abrazó por la espalda y me besó el cuello, desatando en mí una ola de calor y un fuego, que me hizo arder por dentro.
–Mi amor, eres bueno encontraste las dos pistas. Pero hay una tercera – Me dijo ella haciéndome pensar que tenía que volver a caminar como loco por toda la biblioteca – Sólo que esa, la buscarás en mí. Nos vemos en el cuarto de copiado en 5 min.
–Alondra, pero…
Nuevamente ella se desapareció por completo de mi vista, ¿Acaso estaba con la mujer invisible? Me pregunté a mi mismo, muriendo un poco de risa ante esa idea. Esperé buscando un libro que necesitaba, para justamente sacar unas copias y así no me iba a ver sospechoso de ir al cuarto de copiado, al consumirse esos 5 minutos.
Entré con cautela y mirando a todos lados, esperando ser visto por la menor cantidad de gente posible, en cuanto cerré la puerta por dentro, Alondra me besó intensamente y con su mano libre puso el pestillo de la puerta.
–David, llegas tarde ya pasaron 7 minutos. No sé si te dejaré buscar la tercera pista – Me miró decepcionada – Pero sólo porque te amo, te dejo hacerlo, busca en mí.
–Alondra ¿Estás segura?
–Sí claro, búscala está en alguna parte de mi cuerpo – Me miró con ternura – Ándale mi amor.
La busqué en todo el cuerpo de Alondra, acariciándola mientras la buscaba subiendo mis manos por sus piernas, hasta llegar a las bolsas de su pantalón dónde no estaba la tercera pista, después busqué en las bolsas de su sudadera y tampoco estaba y cuando ya estaba por darme por vencido abrí una de las bolsas de su camisa y haciendo una sonrisa triunfal, tomé la pista en mis manos y la desdoble ante los hermosos ojos de mi princesa.
La pista decía: “David de María, mi dulce amor. Te reto a que me hagas aquí el amor”
Miré a Alondra un poco nervioso, ante lo que decía la última pista. Definitivamente no quería, que nadie nos encontrara en esas cosas, pero ella no se lo pensó más y me besó intensamente haciendo que me volviera loco y en ese momento no lo dudé, me dejé llevar siguiendo el ritmo del beso hasta que nuestras bocas pidieron a gritos, algo más. Abracé a Alondra y le quité su sudadera con urgencia y desabroché su camisa para bajar su sostén y saludar a sus pechos besando uno a uno hasta que ella gimió de placer.
–Alondra, callada mi princesa. Te recuerdo que no podemos hacer ruido.
–David, lo sé, sólo sigue en lo que estás haciendo, quiero sentir cada centímetro de ti dentro de mí.
–Yo también quiero estar dentro de ti, quiero follarte, quiero follarte duro.
La seguí besando, hasta que la senté en un escritorio de la sala de copias, dónde ella me desabrochó con urgencia el cinturón y enseguida el pantalón, yo me los bajé junto con mi bóxer y cuando mis prendas cayeron al suelo, levanté a Alondra un poco de la mesa para igualar ese marcador desabrochando y bajando su pantalón y sus bragas. Ella me miraba muy deseosa por mí y yo lo estaba más por ella. Sin perder más tiempo, me hundí en ella lentamente haciéndola cerrar los ojos y contraer sus piernas, una sensación que me encantaba y me excitaba.
Sus gemidos los silencié con mi boca, no quería que se escuchara nada, la adrenalina estaba a todo lo que daba, entre que nos pudieran encontrar y lo que estaba a punto de suceder, mis movimientos eran certeros, estaba concentrado en hacerla llegar al cielo y agarrarme de sus alas y volar, agarré sus caderas y estábamos tan pegados que los movimientos eran cortos pero potentes. El sudor nos empapaba, Alondra jadea y estoy a punto de llegar, la siento temblar, empujo en tres ocasiones y libero un grito ahogado, estamos a punto llegar los dos juntos, una ola crece en mi pecho y la acerco, nos sumimos en un beso profundo.
–Te amo, David.
–Yo también te amo, Alondra.
–Apurémonos.
Su sonrisa ilumina su carita, me gusta eso de ella, tan picara, nos acomodamos la ropa y salimos como si nada.
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Mi Consentida
RomanceAlondra ha sido mía desde el primer momento que la vi, los libros hablan sobre chispas en el aire, cuando se encuentran dos almas gemelas, lo nuestro fueron luces de bengalas, luminosas, mostrándonos lo peligroso que podemos ser si nos acercamos lo...