Capítulo 189.-

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Narra David De María

Estuve en el hospital por todo ese día y toda esa noche, mi madre pasó a verme, cuando los doctores lo permitieron y después de ella, lo hizo mi amada Alondra, quién se quedó a mi lado, hasta el día siguiente, para que me dieran de alta.

–Hola mi príncipe – Alondra me dio un beso – Carmen, ya está arreglando todo lo de tu salida para irnos a casa.

Mi hermosa Alondra, se veía bastante cansada, pues toda la noche me estuvo cuidando, no era necesario, que se quedara despierta pero aun así lo hizo y eso le afectó. 

–Hola mi princesa – La abracé tiernamente – No me iré con la bata de hospital puesta, creo que a mi madre y a ti, se les ha pasado el traerme ropa.

Me imaginaba que se les había olvidado ese punto, esperaba que aun hubiera tiempo, para que se pudiera pasar por algo de ropa antes. 

–No, Carmen me ha dado esta bolsa con ropa, para que te cambies mi amor. Me asusté mucho – Alondra, no me soltaba – Tuve miedo, que algo muy grave te hubiera pasado, lo bueno es, que fue solo el golpe y tendré mucho cuidado en hacerte tus curaciones, te lo prometo.

Adoraba a mi novia, porque ella siempre estaba pendiente de mí y claro yo sabía, que me iba a cuidar con toda la delicadeza del mundo, por eso la amaba.

–Gracias mi princesa, eso lo sé y bueno he salido bastante cabeza dura, que no me ha pasado nada – Me reí de mí mismo – Y lo mejor de todo, que no fuimos ya a la escuela, ni tú ni yo.

–Yo sí iré amorcito. Tengo un examen, ayer estudie aquí, mientras dormían Carmen y tú, no puedo faltar. Irás a casa de Carmen, hasta que yo pueda salir del Tec y después, pasaré por ti, para irnos al piso como le dices tú.

A veces pensaba que Alondra, exageraba con lo de la escuela, porque yo la notaba demasiado cansada y ya si uno no rinde, lo que se debe. Sé que es muy responsable, pero no me gusta, que se estrese por eso.

–No me agrada la idea, mi muñequita – Admití – Estás muy cansada, no has dormido nada por quedarte a cuidarme, me siento mal por ello ¿No puedes hablar con el profesor para que cambie tu prueba?

–No, no puedo hacer eso David, sabes que los becados de por sí, que no tenemos los mismos privilegios, que los que no lo son y yo, pues tengo que cumplir con mis obligaciones, pero te prometo, que saliendo me iré contigo, para cuidarte, amarte y consentirte mi amor.

–Eso es lo que más quiero, que me cuides, que me ames y que me consientas y yo, hacer lo mismo contigo. Te amo y ya me ha dicho mi madre, que le has contado lo de la prueba y está feliz, que nada haya pasado.

–Sí, pero tenemos que tener más cuidado mi amor. No quiero, que le demos en un buen tiempo, es más nunca, un nuevo disgusto a Carmen.

–En eso estoy de acuerdo, me vestiré para irnos Alondra.

En cuanto le dije, enseguida asomó a sus labios, una sonrisa muy pícara y me imaginé, que era lo que pasaba por su cabeza.

–Hazlo mi amor, me quiero deleitar mirándote, que lo hagas.

Esta mujer no tenía arreglo, pues ni yo menos, porque así como estaba no podía negar, qué la complacería en lo que me pidiera.

–No me tientes o terminaremos haciendo aquí cosas impuras – Me prendí de solo pensarlo – Además, no tendría nada de malo. Seguro que le han sacado un ojo de la cara a mi madre, con lo de mi estancia aquí y eso nos da él derecho de hacerlo.

La verdad nosotros para hacerlo, no teníamos que inventar ningún pretexto, porque siempre al estar solos, se nos ocurría querer hacerlo en cualquier parte, y nos olvidábamos de todo lo demás.

–Yo no diría que uno, creo que le han sacado ambos. Ha sido una millonada, lo que la pobre de Carmen ha pagado, por tu estancia aquí y menos mal que cuentan con un seguro de gastos médicos mayores – Alondra se burlaba – Sí a mí me hubiera pasado algo, mejor moría, no puedo pagar por esto.

Cómo me dolía qué a mi chica, la hayan tratado tan mal en su casa, que ni siquiera por su salud se habían preocupado, durante tantos años que ella había vivido en esa casa, eso era una negligencia, por parte de sus padres, es más de toda su familia.

–Yo nunca te dejaría morir mi princesa, eres todo para mí – La acerqué a mí y la besé – Te amo, Alondra.

Nos empezamos a besar muy tiernamente, Alondra acariciaba mi nuca y yo la pegaba más y más a mí, siempre nos empezábamos a desesperar a medida que el beso iba ganando en intensidad, ella estaba deseosa porque le hiciera ahí en ese momento y en ese lugar algo más y yo, también lo deseaba, pero no podíamos. Mi madre apareció en ese momento en la puerta de la habitación y nos volvió al mundo real.

–David, Alondra, ya nos vamos. Ya nos vamos a retirar, ya te han dado el alta – Dijo mi madre – Pero, ¿Qué pasa David, que ni siquiera te has vestido?

–Sí lo siento madre, no me he vestido porque me perdí con Alondra en los besos, discúlpame. Ya me vestiré ahora.

–Siempre es lo mismo con ustedes, no piensan en otra cosa, que no sea en estar en brama – Dijo mi madre – Apúrate, David. Alondra y yo, te esperamos fuera de la habitación, ya para podernos ir.

–Sí madre.

Besé una vez más a Alondra, ante la risa de mi madre, pues era verdad lo que ella nos decía, que nosotros nunca nos podíamos dejar de tocar, de abrazar y de besar. Eso a ella en cierta manera le daba risa, darse cuenta, que entre Alondra y yo, había una química imparable, casi imposible de detener.

–Te esperamos afuera mi amor – Dijo mi princesa – Te amo David.

–Yo te amo a ti, Alondra.

Me vestí a la velocidad de la luz y salí a reunirme con mi madre y con Alondra. Tomé a mi princesa de la mano y cruzamos el estacionamiento del hospital, para después subirnos al auto e irnos a nuestro piso, pero mi madre tenía planes de llevarnos a su casa, para tenerme en supervisión. Ella siempre me había protegido mucho y más cuando se trataba de una cuestión de salud. Íbamos en el auto y en ese momento mi celular sonó, era uno de mis profesores del Tec. 

–Buenas tardes profesor López – Le respondí – ¿Qué sucede?

Me imaginaba de qué se trataba esta llamada, claro yo no me había reportado al Tec y ya eso estaba en mi mente y le explicaría ahora lo sucedido.

Mi ConsentidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora