Capítulo 153.-

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Narra David De María

Desperté como a medio día de ese mismo día, cuando mi madre y Andrés, me fueron a rescatar al lago, junto con los guardabosques. Me sentía fatal y la cabeza, me estaba dando muchas vueltas, hasta que el olor a café, me revivió un poco, era mi madre, que me traía un café a la habitación.

–Hola hijo – Me saludó mi madre – Espero que te sientas mejor y a la hora que me digas, nos vamos a Morelia. El lunes inicias las asesorías y pensé que nos podemos ir hoy sábado, para que descanses bien allá, todo el domingo.

En estos momentos, no me apetecía hacer nada, con gusto me quedaría aquí encerrado en Vale de Bravo, para qué regresar a Morelia, allá solo iba a seguir sufriendo.

–Hola madre – Dije sin ganas – Cómo tu quieras, yo me siento hundido en el fango. No quiero volver a Morelia, no quiero ir a dar las asesorías, no quiero nada.

–No puedes estar en esa actitud David, quedaste en algo conmigo. Tu formación académica, es lo más importante y no pienso dejar que por los problemas que tuviste con Alondra, te decaigas y lo que es peor, que los tomes de pretexto, para evadir tus obligaciones.

–No es eso madre, tú no me entiendes ¿Qué se hace cuando tienes el corazón hecho pedazos? No hay ningún remedio o manual, que se pueda seguir.

Era como me sentía, estaba hecho pedazos, nada podía hacerme levantar, de este dolor tan profundo, era como si me estuviera ahogando en arenas movedizas.

–No hijo, en eso tienes toda la razón – Mi madre me abrazó – Tomate el café y yo iré a despedirme de Fina, porque ya sea que nos vayamos hoy o mañana temprano, no me dará ya el tiempo de verla.

Mi madre tenía razón, ya era tiempo, para que nos regresáramos, si la hubiera escuchado, Alondra estuviera ahora aquí con nosotros y también, nos hubiéramos regresado juntos.

–Está bien madre – Respondí – Te espero aquí, mientras tomo el café y me relajo un poco.

–No tardo, hijo.

Mi madre salió de la cabaña, y yo, me quedé recostado en mi cama por un rato, después de beberme de golpe toda la taza de café. Los recuerdos llegaban a mí, aún sin yo querer, que estos aparecieran. Recordaba cuando hice el amor, en esta cama con Alondra, las noches y madrugadas estudiando juntos, los besos, las caricias y todo lo vivido y no pude evitar, que salieran de mis ojos muchas lágrimas. 

Estaba al poco tiempo llorando desconsolado, pensando que, por mis malos tratos, ella se había ido y que lo nuestro, que empezó de un modo tan hermoso, terminó de un modo tan espantoso. Porque nunca pesábamos bien las cosas antes de actuar, éramos iguales en eso.

Tomé mi móvil y por un momento, tuve ese impulso y esas ganas de querer marcarle, pero no lo hice por miedo. A estas alturas ya su padre e incluso sus hermanas debían de saber todo, que yo la había corrido de aquí de la cabaña y que hasta pedí a su padre, que viniera por ella, no debí de precipitarme así. Estaba sumido en mi miseria, cuando tocaron a mi puerta, me asomé por el balcón y era Lisa, la causante de todo ¿Ahora que quería esta mujer? Pensé.

–David De María Ramírez – Gritaba ella – Ábreme por favor, que tengo que hablar contigo.

Siempre era muy exigente, venía siempre con esa actitud, pero la verdad llevábamos mucho tiempo siendo amigos y apreciaba sus consejos, aunque ella haya sido la causante de todo, lo que nos pasó a Alondra y a mí.

–Lisa, no entiendo ¿A qué has venido? Ya has hecho suficiente arruinando toda mi relación con Alondra y no es justo.

–Yo no arruiné nada. Ábreme y deja de estar de estúpido. Está haciendo frío y voy a enfermarme.

–Ahora bajo, coño.

No sé mi amiga, que pensaba o que sentía, no quería ni verla. Ella era la que me descompuso todo y la verdad, su presencia lejos de alegrarme, me molestaba, pero ya qué. Mejor le abría porque era la persona más obstinada y necia y mejor lo que me tuviera que decir, que lo hiciera, pensaba todo eso de camino a la puerta, hasta que le abrí y nos vimos frente a frente.

–Hola Lisa, ¿Cómo estás? Supongo que ya te imaginas, que estoy por irme a Morelia y que por eso has venido.

–No David, no sabía, que ya estás por irte a Morelia, pero ya que lo mencionas, que bueno que vine entonces, ¿Me vas a dejar pasar o seguiré aquí parada en la puerta como una tonta?

Esta mujer no tenía remedio, al parecer los papeles se habían volteado y ella era la que me reclamaba a mí. No podía ser grosero y la dejé pasar.

–Te dejaré pasar, por supuesto Lisa, pasa por favor – Me quité de la puerta, dándole entrada a la cabaña.

–Espero que al menos me invites un café o algo ¿Estás solo? – Me preguntó Lisa – Es que me preocupas mucho David y de verdad, tengo que hablarte.

–Sí, estoy solo. Mi madre ha ido a casa de Fina Morgan, así que sólo estamos aquí tú y yo y claro pondré a que se haga un café.

–Bien, muchas gracias David. – Dijo y nos encaminamos a la cocina.

Puse café para que se hiciera en la cafetera y saqué las tazas, ya podía imaginar a lo que había venido Lisa a pedirme que perdonara a mi consentida, algo que quise hacer, desde que se fue y que no tuve el valor de hacer, al no hablarle por teléfono. Me hice tonto sin ver a Lisa a los ojos, no podía hacerlo, por lo que me quedé mirando fijamente la cafetera hasta que estuvo listo el café y después, lo serví en las tazas.

–Lisa, aquí tienes tu café y ahora mismo te paso zacarina si le quieres poner – Le di su taza – Está caliente, así que con cuidado.

Mi ConsentidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora