Capítulo 193.-

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Narra David De María

Mi madre siempre nos ha apoyado en todo a Alondra y a mí, desde que empezamos nuestra relación, por lo que siempre nosotros le hemos estado muy agradecidos, pero más me gustaba que Alondra, se sintiera apoyada y querida, tanto por mi madre, como de mí. 

Alondra, en cuanto se supo apoyada por mi madre y por mí, no dudó ni por un momento y nos pusimos a hacer de forma rápida los pendientes del Tec, de nuestros deberes y luego mi madre nos sirvió de comer, para que lo hiciéramos al mismo tiempo que hacíamos los deberes, pues debíamos tener todo listo, antes de salir.

–Chicos, si ya terminaron nos podemos ir al hospital – Dijo mi madre – Para ir y que Alondra, pueda estar un rato con su abuelita o la alcance a ver, antes que la metan a cirugía.

Me había apurado en mis deberes, pues mi madre, tenía razón, debíamos estar antes de que a la abuelita de Alondra, la metieran a operar, para que mi consentida estuviera tranquila y pudiera hablar con ella.

–Sí madre, yo ya terminé y ya he salvado la materia, para que estés tranquila, gracias a Alondra – Dije feliz – Ya no tienes que angustiarte de nada y nosotros podremos ir a España, como siempre hemos deseado.

Era una alegría inmensa el que mi chica, se haya atrevido a hablar con el profesor López, y que este le creyera, al ver todos los estudios, que me habían realizado en el hospital, una suerte, que no se hubieran perdido, como había yo pensado.

–Yo también ya estoy lista Carmen – Dijo mi princesa – Ya podemos irnos y sí es verdad, que mi güero hermoso, ha salvado lo de su clase.

–Bien, pues vamos. Es mejor ir ahora, antes que se nos haga de noche y gracias Alondra, por lo que hiciste por David, para que salvara su materia.

Mi madre estaba contenta por eso también, pues ya no íbamos a cancelar nada de lo que me había dicho y yo me pondría más a atento, a lo que pasaba a mi alrededor.

–No fue nada, Carmen. Mi güero, no tenía la culpa de lo que pasó.

Nos fuimos en el auto rumbo al hospital, en el que estaba ingresada la abuela de Alondra. Me preocupaba mucho, el tener que ver a Petra y sé que ella, mí Alondra, estaba igual de mal de lo que estaba yo, ella cuando estaba callada, se notaba que estaba sumergida, en sus pensamientos más profundos. 

Eso me daba mucho miedo, que ella temiera ir, por ver a Petra, cuando tenía todo el derecho de ir a ver a su abuelita, porque ella tenía el derecho de estar ahí, aunque Petra, no la quisiera que fuera.

–David, tengo miedo, mi amor – Dijo mi Alondra, refugiándose en mis brazos – No quisiera nunca en mi vida, tener que volver a ver a Petra, pero quiero ver a mi abuelita.

–Te entiendo Alondra, pero todo estará bien mi princesa preciosa – La besé tiernamente en su cabello – Te amo, muñequita.

–Te amo mucho, David, el sólo saber que veré a Petra, hace que se me revuelva el estómago.

A todos se nos revolvía el estómago, de solo pensar que esa señora, iba a estar ahí, con su cara de pocos amigos y con su agresividad.

–No tienen nada que temer – Dijo mi madre – Por eso he querido venir con ustedes, porque, no quiero que esa mujer, nos haga pasar a todos por un pésimo momento y Alondra tiene derecho, de ver a su abuelita.

–Sí Carmen, mi abuelita es muy especial para mí – Mi princesa lloraba – No quiero, que le pase nada malo.

–Todo estará bien, hija, David y yo estaremos contigo, en todo momento – Mi madre siempre confortando a mi princesa – Nunca te dejaremos sola, menos sabiendo, de lo que es capaz Petra.

Yo esta vez, no dejaría que le pusiera un dedo encima, porque esa siempre era la reacción de esa señora, en cuanto veía a mi preciosa, Alondra, arremetía contra ella, sin importarle, en qué lugar estuviera y un hospital, no la iba a detener, pero yo sí.

–Gracias Carmen, te quiero mucho.

–Y yo a ti hija.

Me encantaba ver, como las dos mujeres de mi vida, se llevaban a la perfección. Las adoraba y las dos, eran demasiado importantes y especiales para mí. Mi madre, era la primera vez que se llevaba de esa manera con una de mis novias, y me gustaba que así fuera, porque Alondra, lo era todo para mí.

Seguí abrazando a mi hermosa Alondra en silencio, notando como ella, se quedaba dormida en mis brazos, pero antes que se fuera a dormir del todo la desperté, pues estábamos llegando, al estacionamiento del hospital.

–Alondra mi amor, despierta – Le dije a mi princesa – Ya hemos llegado al hospital y ya vamos a bajar.

–Gracias mi amor – Dijo ella abriendo de a poco, sus hermosos ojitos – No me sueltes, mi amor.

–Eso nunca. – Le aseguré.

Mi madre aparcó el auto y bajamos todos de él, entramos caminando, por la entrada del hospital y ahí estaban ya sus familiares, sus hermanas, sus sobrinas y ella, Petra, quién al vernos entrar se acercó a nosotros, con un semblante digno de una persona poseída por el mismo diablo.

– ¿Qué hacen, estúpidos? ¿Quién les dijo que podían estar aquí? – Nos dijo atacándonos – No los quiero ver aquí, nadie tiene que venir a ver a mi madre, cuando no tienen derecho.

La señora hablaba con mucha prepotencia, era lo que más me molestaba de ella, como si el mundo le perteneciera, para poder hacer y deshacer a su antojo, como si los demás no importaran.

–En primer lugar, esos no son modos de dirigirse a nadie, señora – Mi madre la enfrentó – Hemos venido, David y yo a acompañar a Alondra, a que pueda ver a su abuelita.

–No te metas tú mujerzuela, que mi madre, no es de tu familia – Petra atacó a mi madre – No los quiero aquí, váyanse.

Me molestó la forma en la que Petra, habia llamado a mi madre, eso no se lo iba a permitir, por lo visto esa señora, no respetaba que su madre estuviera enferma y seguía atacando a Alondra, que solo venía, porque estaba preocupada por su abuelita.

–No nos iremos – Me impuse – Usted, no es la dueña del hospital. Es una loca, que no sabe respetar el lugar, ni a las personas, que están aquí internadas, enfermas, y mucho menos a su propia madre, que de seguro, quiere ver a todos sus familiares.

–Tú no te metas mocoso de mierda, desgraciado, echaste a perder la vida de mi familia. Ya de por sí hablaban, de la zorra de Alondra, ahora que vive contigo de piruja, nadie la baja, tengo que andar con la cabeza metida en la tierra todo el tiempo – Me insultó Petra – Te odio David, eres lo peor que le pudo pasar a mi familia.

Mi ConsentidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora