Capítulo 31.-

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Narra Alondra Ferreyra

Caminamos por todo el centro de Peña de Bernal tomados de la mano y llegamos hasta dónde al parecer, se podía pagar una visita para subir a la Peña, estaban organizando grupos de diez personas y nos formamos en una fila que había mientras, una mujer de ahí, estaba dando indicaciones.

–Mi princesa antes de que subamos quiero darte algo – Dijo David sacando una caja de su bolsillo – Espero que te encanten y que los quieras lucir ahora mismo. Los compré pensando en ti y en lo hermosos que se te van a ver puestos.

–Muchas gracias David, pero cómo te he dicho antes yo no puedo corresponder a este tipo de cosas – Respondí apenada – Lo siento pero no puedo de ninguna manera aceptar lo que sea, que venga en esa caja.

–Alondra, déjame consentirte por favor. Eres mi novia y además es solo un pequeño detalle para que te veas más bella de lo que ya eres – Dijo David mientras avanzábamos en la fila – Por favor, mira que si no los aceptas, harás que se moleste mi madre.

– ¿Carmen?, ¿Por qué se molestaría ella? No me digas que ella ha pagado por este regalo que menos lo puedo aceptar, después de todo lo que ha hecho por mí, por nosotros. 

–He pagado yo, así que tranquila. Mi madre solo me ha ayudado a escogerlos y si no los aceptas, será como no aceptar algo que ella también ha escogido para ti – David me miró haciendo una cara triste – Por favor no seas pesada y acéptalos mi princesa ¿Vale?

–Está bien, los aceptó aún sin saber lo que sean.

–Hay una forma de que lo descubras. Abre la caja, preciosa.

Abrí la hermosa caja finamente adornada, quedando asombrada al descubierto unos hermosos aretes en forma de corazón que se veía por la finta lo carísimos que éstos eran. Me quedé pensando en que no los iba a poder usar, David al parecer, no se había fijado que no tenía perforados los lóbulos.

–Mi amor, están preciosos y me han encantado pero ¿Cómo es que voy a ponérmelos? – Le dije recorriendo mi cabello de la cara para que el viera que no tenía el orificio para los aretes – Quizás no me tocaba tener, ni usar algo así. Pero gracias por el detalle mi príncipe.

– ¡Madre mía! Lo siento princesa mía, por no percatarme de ese detalle que no tienes dónde ponerte los pendientes – Se disculpó David – Volveré a la joyería y pediré que me los cambien por otra cosa.

–No mi amor, eso sí que no ¿Sabes? Más tarde buscaremos dónde me puedan perforar los lóbulos de las orejas – Dije yo aún no muy convencida, juré que nunca me perforaría nada – Está noche me los vas a ver puestos.

–Si no estás segura, no pasa nada. Sabes que jamás te obligaré a nada Alondra.

–Lo sé, pero yo quiero hacerlo. Quiero lucir el regalo de mi novio – Sentencié orgullosa.

David me abrazó y me llenó de besos sin importarle que estuviéramos en medio de mucha gente en la fila. Hasta que nos tocó el turno de subir, lo cual para mí resultó ser fascinante y sumamente fácil. Al terminar el recorrido y bajar, fuimos a buscar un lugar para comer y para refrescarnos ya que estaba un poco fuerte el calor en ese día, habían muchos establecimientos de comida, ofreciendo lo que preparaban en diferentes carteles de publicidad.

– ¿Qué piensa mi princesa? Espero que estés contenta –David tomó mi mano entre la suya para besarla con ternura – Tengo mucha hambre y más después de esa caminada y de esa subida.

–Me ha encantado mi amor y no te quejes, que no fue pesado subir – Dije convencida riéndome de él – Bueno para ti quizás sí, los príncipes sólo tienen que lucir impecables.

–Gracias por eso Alondra – Me siguió la corriente David riéndose conmigo – Te falta mucho por conocerme mi princesa.

–A ti también, más porque no has notado que soy todo menos una princesa ¿A qué mujer conoces que con 18 años no tiene hecho el orificio para los aretes? 

–Me has ganado una, no he conocido a nadie con esa cuestión. Eres la única pero eso también, es lo que te hace especial. Serás la primera chica que se perforará los oídos por mí y eso me hace sentirme grande.

Me reí en su cara, no me conocía y en cualquier momento le podría decir que no, que me daba miedo y que me dolería hacerme las perforaciones.

–No te sientas tan especial mi rey, aún me puedo arrepentir.

–Le diré a mi madre a Carmen cómo le dices tú, que no sientes aprecio por lo que hemos elegido para ti – David quiso voltear las cosas a su favor – Y le diré además, que la chica osada que pensé que eras, se siente acojonada.

– ¿Qué me siento, acojo qué? –Pregunté sorprendida ante esa expresión que nunca había escuchado antes.

–Pregúntale a tu buscador de internet, princesa mía – Se reía David de mí.

Saqué mi celular y abrí mi buscador de Google, entonces escribí la palabra esa y en cuanto el historial me mostró que eso significaba que estaba atemorizada, me sentí con más ganas que nunca de que comiéramos rápido y poder ir a que me perforaran los oídos. Yo no era de las que se asustaban por esas mínimas cosas, no era una rajona, lo bueno fue que no le dije nada, de lo que había pensado con anterioridad. 

Estaba pensando en que decirle a mí príncipe encantador, cuando nos llevaron una carta de comida. Con el hambre que teníamos, inmediatamente ordenamos unas enchiladas de pollo cada uno y refresco para tomar, la verdad si me urgía comer, para poder taparle la boca. Miré a David fijamente antes de decir, lo que quería decirle.

–No estoy asustada, ni mucho menos, David de María – Dije convencida – Ni un poco y ¿Sabes? Ya que nos traigan la comida, tienes que darte prisa para comer que me urge ir a resolver esto. A mí nadie me dice que tengo miedo.

Mi ConsentidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora