Capítulo 103.-

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Narra Alondra Ferreyra

Después de esa emotiva noche en la que David y Carmen hicieron las paces, nos pusimos a ver una película los tres juntos para convivir un rato más. 

– ¿Me dejarían escoger la peli? – nos preguntó David.

–Claro que sí – dijimos las dos como si estuviéramos sincronizadas.

–Mientras voy a hacer las palomitas – se levantó Carmen del sillón y yo hice lo mismo.

–Yo te ayudo Carmen – me ofrecí.

–No es nada difícil y quiero que aprendas – me dijo.

–Ya te dije que lo que me quisieras enseñar.

–Vamos entonces.

Entramos a la cocina y Carmen abrió una de las alacenas de la parte de abajo y sacó un aparato rojo con blanco, era más o menos alto, busco la bolsa del maíz para las palomitas, lo conectó a la corriente, poso una cantidad de los granos de maíz, puso la tapa.

– ¿No se le pone nada más? – dije con duda.

–Esa máquina es una maravilla, cuando salgan solo le tenemos que poner sal y ya.

–No se le pone aceite o mantequilla.

–Tenemos mantequilla en spray y le rociaremos, pero cuando estén listas.

Esperamos a que terminara el ciclo del aparato y poco a poco empezaron a subir las palomitas, busqué un cuenco lo más rápido que pude y lo puse a la entrada por donde empezaron a caer poco a poco.

–Listo, eso fue todo.

– ¿Ya?

Me quedé en shock, eso fue lo más rápido del mundo, pero yo pensé que las iba a hacer de las de las que se meten en el horno microondas. Tal como lo dijo Carmen, buscó el spray y le roció a las palomitas, el olor era riquísimo. Llevamos el cuenco con las palomitas y cada una se sentó en su sitio, mientras David nos esperaba para poner la peli.

Era una película de la saga de Saw el juego del miedo y fue gracioso como una película de terror psicológico y muy sangriento resultó ser muy atractiva para mí, dando el mensaje que nadie valora la vida, hasta que está cerca de la muerte. También me sorprendió, que hasta a Carmen le gustara la película, mi chico tenía gustos bastante raros en cine, pero ese día acertó con su elección.

Después de ver la película subimos todos, a descansar a nuestras recámaras. Ya estando solos David y yo en nuestra recámara, noté como mi chico estaba pensativo sentado en la orilla de la cama.

–David, ¿Pasa algo mi amor? – Le pregunté a mi chico – Es que estás muy pensativo.

–Sí que lo estoy Alondra y perdóname, por estar así. Quiero pedirte perdón a ti también, por todo como me he portado contigo desde que llegamos aquí. Pensé que la pasaríamos mejor que en Morelia y que tendríamos días perfectos y han sido días de realmente pleito tras pleito.

–No tengo nada que perdonar David, digo yo tampoco he cooperado mucho, que digamos. Ve todo lo que hago lo termino arruinando, hasta fui grosera con tu pobre amiga Lisa, sin ella tener la culpa de nada. A veces creo que estoy loca, así como Petra – Dije con tristeza – Mis reacciones no son buenas, así que no te juzgo y estamos bien amor. 

No me gustaba verlo en ese estado, se veía triste y arrepentido.

–Por eso te amo mi princesa, porque eres demasiado valiente, para reconocer tus errores y cuando no haces las cosas como debes. Pero con todas tus imperfecciones y detalles, solo consigues que me enamore más de ti. Te quiero para siempre conmigo, Alondra, ya no concibo la vida sin ti.

–Yo tampoco mi amor, sí por mi fuera no volveríamos nunca a Morelia – Declaré con seguridad – Siéndote sincera, nunca me ha gustado la vida en ese lugar.

–Razón de más para que nos vayamos de Morelia y emprendamos un viaje a Madrid algún día y ya que conozcas, te vas a enamorar de aquella ciudad dónde tendremos las mejores posibilidades de hacer una vida juntos.

–David, yo no soy rica ni tengo tus posibilidades pero nada me daría más gusto que hacer todos los sueños que tenemos juntos algún día.

–Así será preciosa. Ya lo verás ¿Nos acostamos a dormir?

–Sí, vamos a dormir mi amor. 

David se quedó arreglando la cama y yo entré al baño a cambiarme, para después disponernos a acostarnos a dormir. Nos dimos el beso de las buenas noches, nos acostamos y nos dormimos rápidamente, había sido un día muy cansado, para los dos y al día siguiente, ya era viernes, los días en ese mágico lugar, se nos estaban pasando demasiado rápido. 

Por un milagro del destino ese viernes por la mañana, desperté yo antes que David, lo que me dio tiempo de bajar muy temprano y comenzar a hacer mi tarea y la de mis clientes. Además me puse a hacer café, para David y para Carmen y ya que consideré, que no era muy temprano subí con una taza de café para llevarle a David, quién seguía dormido.

Me quedé mirándolo dormir un buen rato como si fuera una tonta, que estaba perdidamente enamorada de él y en cierto modo si lo era. Él era lo más bello que mis ojos habían visto y que mi corazón había amado. Pronto él comenzó a despertarse, por el aroma a café.

–Buenos días flojo – Le dije cuando abrió sus ojos – Se te han pegado las cobijas.

–Buenos días princesa, por un día no pasará nada.

–Tienes razón amor ¿Quieres café? Lo preparé yo.

–Creo que a ti se te ha hecho temprano, mi consentida. Sí quiero café y gracias.

–Claro, dices que rinde más el día a quién se levanta temprano y creo que es verdad, ya hice mi tarea y la de mis clientes y oficialmente, tengo el fin de semana libre – Dije orgullosa – Porque quiero ir con mi chico, a hacer algo extremo.

–Cierto mi princesa, no hemos hecho nada, de lo que tenía pensado cuando llegamos aquí, pero nunca es tarde ¿Quieres que vayamos hoy por la noche a un paseo nocturno? 

Mi ConsentidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora