Capítulo 81.-

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Narra David de María

Mi princesa se quedó muda al escuchar que Lisa, una de mis pocas amigas que tenía en Valle de Bravo, no le tomaba importancia a los malos comentarios que ella había hecho con respecto a Dolores, ni tampoco a sus celos que dejó manifestarse en ese preciso momento y que por el contrario todo eso hizo que Lisa siguiera hablando con nosotros muy normal.

–Chicos, les estoy hablando –Nos decía ella – Díganme ¿Hacemos algo esta noche o no? Para avisarle a mi novio.

La verdad era que no estaba de ánimos para salir de casa, además eso no le agradaría a mi madre para nada, ya la conocía. Tendríamos que organizarlo para después, además a Alondra se le notaba el cabreo a leguas y su carita estaba triste. Mejor evitar que se empeorara la cosa. Alondra no sabía disimular su enojo.

–No lo sé Lisa, es que recién llegamos a Valle ayer y mi madre tiene visita hoy en la casa. No queremos vernos mal, saliéndonos y dejándola sola con la visita. Mejor si te parece bien lo dejamos para el fin de semana – Le propuse yo – Ya nos mandamos mensajes para ponernos de acuerdo o pasamos aquí a avisarte.

Nada de fiestas por el momento, sé que en cuanto me viera su novio me preguntaría por Dolores, la gente muchas veces ignoraba lo que pasaba a su alrededor aunque le pasara por los ojos. No quería que mi princesa volviera a pasar por lo mismo. Solo con escuchar el nombre de Dolores se llenaba de coraje y más porque los celos no la dejaban pensar.

–Claro David, me parece un buen plan. Veré si ya están listos los pasteles.

Por lo menos ya no insistió, me vería en la penosa necesidad de no aceptarle la invitación, tal como estaba la situación.

–Gracias, Lisa.

Mi amiga entró a verificar si ya estaban los pasteles fuera del horno. Alondra por su parte estaba recargada en la pared de la entrada muy callada y triste, me acerqué, de inmediato la besé tiernamente y ella me correspondió el beso como si no me hubiera besado en mucho tiempo, volviéndome loco al atraerme hacia ella dejándola aprisionada contra la pared al mismo tiempo que nos besábamos. 

Sentí manifestarse a mi amigo con inquietud, que pedía algo más que ese beso, pero a Alondra no pareció importarle, haciendo con eso que yo me desesperara más pues ella nunca me había besado así, tan arrebatadamente y con tanta intensidad. Esa faceta que los celos causaban en ella era para volverme loco, la tienda estaba sola, pero en cualquier momento alguien podía entrar y encontrarse con este espectáculo. 

–Ya tengo lo pasteles, los voy a envolver y ya que se desocupen me dicen cuál de los dos se llevarán – Dijo Lisa rompiendo el momento – Les estoy diciendo desde hace un rato que escojan uno.

–Claro, el que tú quieras está bien Lisa y gracias – Respondí más rojo que un tomate – O ¿Sabes qué? Me llevaré los dos.

–Claro que sí, David, son $700 pesos.

Pagué el importe de los dos pasteles. Entré tomando de la mano de mi princesa y Lisa nos miraba de forma extraña. Con Dolores nunca tuve esos arrebatos locos y mucho menos en público y conociendo a Lisa y a su forma de ser tan conservadora típica de alguien que vive en un pueblo, debía estar desconociéndome justo en ese momento. Pagué por los pasteles y Lisa nos despidió emocionada, sin querer le ayudamos a que hiciera la venta del día.

–Los espero entonces para ver lo del fin de semana – Nos dijo Lisa – Alondra, ha sido un gusto conocerte.

–Gracias Lisa y disculpa por lo que sea de hace rato – Dijo Alondra apenada – Mucho gusto en conocerte también.

–Nos vemos Lisa y salúdame a tus papás y a tu novio.

–Gracias, váyanse con cuidado que al parecer lloverá.

Subimos los pasteles al auto en la parte de atrás Alondra y yo, después le abrí la puerta del copiloto pero al hacerlo ella seguía muy apasionada, algo que me estaba desesperando más porque no podríamos estar “en brama” por culpa de ese estúpido trato que teníamos. Maldito el día y la hora en que acepté ese suplicio, pensaba. 

Cuando al fin logré que Alondra me soltara, le di la vuelta al auto para subirme yo y cuando arranqué, Alondra se acercó de nuevo a mí poniéndome muy nervioso.

–David mi amor, ya que tuviste el descaro de traer acá a Dolores y si no quieres que te diga nada tienes que hacer algo para congraciarte conmigo – Me susurraba ella cerca de mi oído – Porque no te detienes más adelante.

–Alondra, estamos en la carretera mi princesa. Cálmate por favor que me pones a mil y muy nervioso.

–Yo estoy enojada David – Ella se separó de mí de golpe – O sea es que no puedo creer que hayas traído a esa zorra, pobre y maldita venezonaca a este lugar. Dime sólo algo ¿Te has acostado con ella en la recámara que nos estamos quedando nosotros? Eso sí que sería el colmo ¿Lo sabe Carmen? El que viniste a Valle con esa infeliz.

Ella hacia muchas preguntas juntas y cada una la hacía más enojada que nada. Tenía que calmar esto, teníamos que llegar bien a casa o de lo contrario se iba a armar una escena horrible delante de Fina, algo que a mi madre no le iba a caer para nada en gracia.

–Alondra mi princesa. Claro que no la hospedé en la casa, ¿Puedes calmarte por un momento y escucharme? Por favor.

–No, no puedo y no quiero escucharte. Eres un culero y eres un mentiroso. Nunca me dijiste que habías estado aquí en Valle con esa idiota o jamás habría venido contigo, no me pareció que Luisa te preguntara por esa pendeja cuando ahora tu novia soy yo – Alondra estaba poseída por los celos y cabreada a morir – No me parece que la gente siga relacionando a esa vieja jodida contigo.

Mi ConsentidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora