Capítulo 72.-

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Narra Alondra Ferreyra

–Nadie Carmen y tienes razón, pero ya que estamos hablando como dos amigas. Me voy a sincerar contigo. La verdad me siento poca cosa para David, no soy una Miss Universo ni nada que se le parezca, además no tengo ni sentido de la moda, soy una chica promedio y tengo miedo que un día que el despierte de este sueño en el que estamos metidos se diga a si mismo que busca otro tipo de mujer, no alguien como yo que pasó por manos de medio mundo.

–Dime hija, ¿Por qué lo hacías? Si estoy más que segura que no sentías amor por ninguno de los hombres con los que tenías intimidad.

Carmen dio en el blanco, por esos hombres no sentía nada al estar con ellos, me cerraba totalmente a cualquier sentimiento, no había nada que nos uniera, ni de mi parte ni de parte de ellos. No disfrutaba, no sabía lo que era llegar al orgasmo, hasta que conocí a David, se podría decir que él ha sido mi primer hombre de verdad.

–Lo hacía por darle en la torre a Petra. Sé que diciéndolo así suena a un pretexto estúpido pero lo cierto es que yo quería que hablara la gente mal de mí porque no me gusta ir a esos eventos tontos del patronato ni de nada de esas cosas que no me gustan. Ella siempre ha querido imponer que todas sus hijas hagan lo que ella quiere y a cambio les da un estilo de vida de reinas a todas, menos a mí.

–Alondra, te entiendo. Todos los hijos siempre llegamos a tener desacuerdos con los padres, pero eso que has hecho sin darte cuenta ha sido atentar contra ti misma. Lo bueno de todo es que eso ya es un pasado que debes dejar atrás y a partir de ahora quiero que andes con la cabeza en alto y que te des cuenta lo mucho que tú vales, por favor.

–Carmen eso va a estar difícil, porque siento no valer nada. Pero te prometo que lo intentaré.

–Eso es Alondra, y yo te voy a ayudar a que te des cuenta de todas las virtudes que tienes y no quiero que vuelvas a perder tu dignidad por nada ni por nadie.

–Gracias, por aceptarme así como soy y por no rechazarme. Eso significa mucho para mí y no sabes cómo hubiera deseado tener una madre cómo tú.

–Pues ya se te ha concedido que yo puedo ser para ti lo que tú quieras y necesites, una madre, una amiga, una cómplice – Carmen me guiñó el ojo – Tan cómplice tuya y de mi hijo soy que date cuenta hasta dónde andamos por alejarnos de las locuras de Petra.

–En eso tienes razón Carmen y nuevamente muchas gracias por ayudarnos ¿Falta mucho por llegar a Valle?

–No, cómo unas dos horas pero relájate que llegaremos a su tiempo. Más vale ir con precaución, no tenemos necesidad de ir corriendo en la carretera.

En ese momento David se bajó del auto frotándose los ojos y se sentó con nosotras. Él tomó mi mano y me dio un beso con mucha ternura, estaba hermoso mi príncipe, con sus ojitos de bebé recién levantado.

–Desperté y todo estaba en silencio y después noté que el auto no se movía – Nos dijo David – Hasta pensé que me habían abandonado.

–Sí lo pensamos – Sonreí con malicia – No amor, no es así bajamos a tomar café y hasta te compramos uno.

–Gracias mi amor, si lo necesito. No sé porque me dio tanto sueño ahora. Nunca me duermo en carretera, pero lo atribuyo a la música espantosa que estaba en el radio.

–No te quejes hijo que no estaba tan mal – Lo contradijo Carmen – Te tomarás el café en el camino David para volver a la carretera.

–Claro madre, pero pensaba en decirte que si quieres puedo relevarte para conducir, para que te tomes un descanso.

–No muchas gracias, ya tienes un auto fallecido en tu haber y no quiero romper con mi buena racha de no haber tenido nunca un accidente en carretera –Respondió Carmen.

–Está bien madre, tú mandas. A la hora que gusten, nos vamos.

Caminamos todos de vuelta al auto de Carmen, ahora me subí yo en la parte de atrás y David de copiloto con Carmen, seguimos platicando un rato y luego recordé que ese día tenía que comenzar el tratamiento de las pastillas que me dio la ginecóloga. Las saqué de mi bolsa de la chamarra y me tomé una con un agua de las que llevábamos en el camino. 

Me comenzó a dar mucho sueño y me recosté un poco en el asiento para poder dormir. Apenas cerré los ojos y comencé a sentirme muy mal casi de inmediato. Sentía la boca y las manos hinchadas y mucha comezón en la cara, picazón en piernas, cuello y brazos. Traté de aguantar lo más que pude, hasta que no pude más, era una sensación extraña.

–Carmen, ¿Puedes parar, por favor? Me siento mal.

Creo que mi voz no se escuchaba del todo bien, sentía que me salía muy forzada, como si algo le impidiera salir.

–Alondra, ¿Qué sientes hija? No puedo parar aquí, estamos en medio de la autopista.

–Me pasaré atrás contigo mi princesa, tranquila – Dijo David.

Él se brincó por el espacio libre del medio del auto para estar conmigo y de inmediato notó que mi cara no estaba bien y que me estaba llenado de ronchas por todo el cuerpo y lo que hacía eso aún peor, me estaba costando mucho respirar y comenzaba a sentir también hinchada toda mi cara.

–Madre, tenemos que ir al médico urgente. Alondra no está nada bien.

–David, pero aquí no hay dónde cómo te dije estamos en medio de la autopista.

–Alondra, mi princesa. Háblame por favor – Me decía David, yo lo escuchaba cada vez más lejos.

El seguía hablando hasta que de plano ya no lo escuché, sólo recuerdo haber cerrado los ojos y después ya nada.

Mi ConsentidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora