Capítulo 37.-

57 5 1
                                    

Narra David de María 

Al día siguiente desperté muy tarde después de esa hermosa noche que habíamos tenido Alondra y yo, ella aún dormía plácidamente, era tan bella, me podía quedar horas mirándola, no pensaba despertarla hasta que vi la hora siendo cerca de las 12 del medio día de ese domingo. La desperté poco a poco y con mucha ternura, besos y paciencia por lo difícil que era despertara. No me di por vencido hasta que lo logré después de mucho intentarlo, abre sus ojos aun con sueño.

–Mi princesa, despierta preciosa – Susurré suavemente a su oído haciéndola que se moviera – Tenemos que almorzar algo, no sé a qué hora quiera irse mi madre de vuelta a Morelia, así que no la hagamos esperar demasiado. 

–David, mi amor ¿Ya es de día? – Preguntó ella con sus ojos cerrados todavía – Tengo mucho sueño.

Era el resultado de haber pasado una noche llena de pasión, de verdad parecíamos en estado de brama, solo tenían que pasar unos pocos minutos para volver a amarnos, era delicioso todo lo que me hacia sentir.

–Ya hermosa, son más de las 12 del día ¿Vamos a almorzar algo? 

Quiero que se despierte de un todo, necesitamos comer algo, pues ya nos pasamos de la hora del desayuno, no podemos pasar también la de la comida, necesitamos recuperar las energías que empleamos ayer, por lo menos yo tengo mucha hambre.

–Sí David, sólo acuéstate conmigo 5 minutos. Por favor – Me pidió ella con ternura.

Me acosté a su lado por unos minutos más y el sentirla cerca, me provocó a besarla y luego a acariciarla con mucha ternura provocando que nos dieran ganas de tener un mañanero definitivamente, Alondra seguía completamente desnuda tal y cómo se había quedado dormida la noche anterior. Yo me quité enseguida la camisa, el pantalón, volviendo a quedar desnudo al igual que ella.

Estaba por colocarme el condón cuando Alondra me jaló y volvió a besarme con intensidad, haciéndome olvidar todo. Los besos subían de tono rápidamente y ambos nos encontrábamos bastante desesperados tanto que ella terminó diciéndome lo mucho que me necesitaba.

–David, mi amor hazme tuya. Ya no aguanto, te necesito ahora, necesito sentirte.

Yo también sentía la urgencia, pero había otra cosa que no debíamos pasar por alto, éramos muy jóvenes aun, y una responsabilidad de ese tamaño no nos vendría bien en estos momentos, teníamos planes a futuro, debíamos acabar por lo menos una carrera.

–Mi princesa, tenemos que cuidarnos.

–Sólo esta vez, por favor David. Quiero saber lo que se siente, hacerlo sin nada de por medio.

Me insistió, yo había pensado también, no lo iba a negar, la quería sentir sin ninguna barrera, piel contra piel, deslizarme libremente en ella.

–Alondra, no me tientes preciosa.

Sí, porque era una inmensa tentación, era como entrar a terrenos peligrosos, pero al mismo tiempo quería sucumbir ante el deseo de sentirla en plenitud.

–Por favor – implora mirándome con sus hermosos ojos cafés – quiero que me hagas olvidar todo lo que está pasando allá afuera, necesito olvidarme de todo, menos de ti.

Alondra terminó convenciéndome y sin pensarlo mucho, entré en ella sintiendo el mismo cielo. Sus caderas se movieron a mi encuentro, la sincronía era tan exacta, marcábamos los puntos del encuentro, era como la seda, ella estaba demasiado húmeda lo que me facilitó deslizarme con mucha facilidad y me hacía sentir en la gloria misma, no era lo mismo que con el condón.

– ¿Ahora me sientes?

–Sí, te siento por completo – dice entre jadeos.

Meto la mano por debajo de sus caderas e igual como ayer, coloca sus piernas alrededor de mi cintura, me sigo hundiendo con ferocidad, con intensidad y esto no tenía punto de comparación lo que causó que muy rápido ambos llegáramos al cielo por la intensidad de las caricias, de los besos, de las sensaciones y de todo en conjunto.

–David, no pares por favor.

Era imposible que sucediera eso, no podía pensar otra cosa que no fuera estar entrando y saliendo de ella. 

–No mi amor.

–Te amo, David.

–Y yo a ti.

 Terminamos los dos alcanzando el punto máximo, me derramé en su cavidad, caí en sus brazos y parecía que todo estuviera calculado justo cuando terminamos de hacernos el amor, mi madre tocó la puerta de nuestra recámara.

–Chicos, ¿Están presentables? – Preguntó mi madre.

–Danos un segundo madre – Respondí con timidez mientras Alondra se moría de risa.

–Está bien. Los veo en el comedor tan pronto estén listos para almorzar.

–Gracias madre.

Mi madre se retiró y Alondra seguía riéndose divertida de la situación contagiándome enseguida la risa a mí, pensando que si no ha tocado la puerta mi madre nos hubiera pillado de nuevo “en brama” tal cual ella lo decía.

–Mi princesa, ya para deja de reír que no es gracioso pensar que nos hubiera pillado mi madre de nuevo – Le decía a mi princesa – Vamos a vestirnos para almorzar con mi madre.

–Lo siento David, pero es que la risa me mata. Recordé que tu madre nos dice siempre que estamos en brama y para qué negarlo si lo estamos.

–De eso no hay duda preciosa – Respondí y comencé a vestirme.

Alondra hizo lo mismo y ahí me di cuenta que le daba un poco de pena que la viera desnuda a la luz del día, por lo que me di la vuelta para darle su espacio. 

Cuando estuvimos ya presentables, salimos de la recámara para almorzar. Mi madre ya tenía la mesa puesta y todo cuanto había en ella se veía delicioso.

–Chicos tomen asiento por favor y vamos a almorzar, no podemos aplazar más el hablar de la situación – Nos dijo a ambos mi madre.

–Buenos días Carmen – Alondra se acercó a mi madre y le dio un beso – ¿Cómo dormiste?

–No son días Alondra querida, ya son tardes y he dormido muy bien. A ustedes, mejor no les preguntaré por todo el ruido que escuché anoche.

–Buen día, madre – Abracé a mi madre con todo el amor que le tenía – Disculpa si no te hemos dejado dormir.

Mi ConsentidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora