Narra David De María
–Gracias mi amor. En serio muchas gracias – Respondió Alondra emocionada y después me abrazó, permanecimos así un rato, algo más que amaba de ella es que siempre podía abrazarla.
Subimos a mi recámara y le presté una de mis camisas, me dio ella su ropa y bajé a ponerla en la lavadora y después volví a mi recámara para buscar mis notas, mi computadora que usaba en la prepa y ya que tenía conmigo todo lo que necesitaba, bajamos a la sala para ponernos a estudiar. Le ofrecí a Alondra un poco de vino a lo que ella no quiso pues prefirió una coca- cola, se la llevé y destapé una para mí para sentarme a estudiar con ella.
Pasamos una muy buena hora estudiando pero después se me cayó un lápiz al tapete del comedor siendo algo que no debió pasar pues al ponerme de rodillas para recogerlo, pude ver las piernas desnudas de Alondra cruzadas debajo de la mesa del comedor y entonces sin querer, se manifestó una erección. Al sentarme de nuevo a su lado, no me pude contener y comencé a besarla cómo si estuviera desesperado por hacerlo y ella al principio se puso nerviosa pero después se relajó y se rindió totalmente ante mis besos, lo que aumentó más mi desesperación, mi deseo y mis ganas de sentirla sólo mía en ese momento en que sólo estábamos los dos y el silencio de la noche.
Despacio nos pusimos de pie y entre beso y beso vinieron las caricias, yo no me pude contener y comencé a acariciar sus piernas preciosas mientras caminábamos sin soltarnos al sillón de la sala, tenía un poco de miedo de que ella me rechazara pero en ese punto, yo no podía más con todo lo que sentía en ese momento, quería tocarla, sentirla y hacerla mujer, ahí y en ese preciso momento.
La recosté despacio en el sillón de la sala, quedando acostado yo, encima de ella y después sin dejar de besarla, seguí acariciando sus piernas hasta llegar a ese lugar dónde yo me moría por entrar y por hacerla mía, notando que estaba muy húmeda lo cual me desesperó y me detuve ahí acariciándola fuera de su ropa interior notando cómo ella se estremecía y se volvía loca ante mi contacto, sin dejar de gemir en mi boca entre beso y beso, siendo ella después quién me jalaba la camisa con ganas de quitármela y terminé por quitármela yo mismo, lo mismo pasó después con el cinturón que terminé quitándomelo de un jalón y arrojándolo a la alfombra de la sala.
Seguimos besándonos apasionadamente y ya que subieron de tono las cosas, comencé a besarla en el cuello y seguí camino abajo, hasta que llegué a los botones de mi camisa los cuales desabroché enseguida y pude admirar entonces la hermosura de mi consentida, se veía preciosa sonrojada, agitada e iluminada por la tenue y apenas suave luz de la sala, estaba totalmente expuesta para mí y pude tocar, besar y acariciar sus bellos y bien formados pechos a los cuales traté con delicadeza y con amor, para enseguida perderme en su cintura dándole besos tiernos, notando cómo ella se tensaba y se desesperaba más al recibirlos.
De pronto ella me jaló del cuello y me acerqué de nuevo a sus labios para besarla nuevamente y notar como hasta los dientes le temblaban de la desesperación, mientras yo seguía tocándola con suavidad por fuera de sus bragas, lo hacía de forma circular, mientras ella se mecía hacia mis dedos, su cuerpo se puso tenso, se contrajo y vi cómo se llegó a correr con todo y las bragas puestas, eso para mí, fue el detonante para preguntar lo que llevaba conteniendo un buen rato.
–Alondra ¿Estás segura mi amor? ¿Quieres ser mía? Te aclaro que no haré nada ni pasará nada que no quieras tú que pase.
–David, por favor ya hazme tuya – Respondió ella agitada y cerrando sus ojos.
Me separé un poco de ella para quitarme el pantalón y sacar de una de las bolsas del mismo un condón el cuál después de quitarme el bóxer, me puse a la velocidad de la luz para seguir en lo que estábamos, así que me dispuse a quitarle a mi consentida las bragas con los dientes y después de hacerlo, pude admirar lo que debajo de ellas se ocultaba, más cuando quise acercar mi boca a ese lugar tan precioso, el cual quería probar, deleitarme en su sabor, pero Alondra de inmediato se levantó un poco del sillón.
–David, es que a mí no me gusta que me hagan eso, lo del sexo oral, no me gusta – Manifestó un poco asustada.
–Tranquila mi amor, no pasa nada, no te preocupes, sólo siente que no haré lo que no quieras que haga.
La tranquilicé enseguida, introduje uno de mis dedos en su cavidad húmeda y caliente, quería ser yo el que entrara en ella, pero quería prepararla, que se sintiera a gusto y que no se asustara, su respiración aumentaba y supe que se iba a correr por segunda vez, pero esta vez sin sus bragas, después muy despacio entré en ella, me quería contener, quería que disfrutara del contacto, algo que no había sentido antes, era como un toque celestial, éramos dinamita, éramos fuego.
Comencé a hacerle el amor con cuidado, nos miramos fijamente, entrando en ella con ternura, sintiendo cada uno de sus bordes, de su calor, de su dulce centro, diciéndole que la quería, que la adoraba, que era mi mundo, mi vida, mi consentida, mientras me hundía despacio dentro y fuera de ella, que por su parte me decía que le encantaba, que la volvía loca. Estábamos totalmente perdidos en ese hermoso momento en el que estaba por primera vez en mi vida haciendo el amor con alguien a quién ya sentía amar, cuando una conocida voz nos saludó.
–Buenas noches, chicos – Se manifestó mi madre justo cuando estábamos en pleno momento – Levanté la vista y fue aún peor, dos pares de ojos nos miraban asombrados, los de mi madre y los de su amiga.
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Mi Consentida
RomanceAlondra ha sido mía desde el primer momento que la vi, los libros hablan sobre chispas en el aire, cuando se encuentran dos almas gemelas, lo nuestro fueron luces de bengalas, luminosas, mostrándonos lo peligroso que podemos ser si nos acercamos lo...