Capítulo 44.-

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Narra Alondra Ferreyra

Carmen subió a llevarme un té y algo de comer. Se sentó un rato con nosotros, más tarde Julio también pasó a verme y mientras estuve con Julio y con Javier en la recámara de David. Carmen hablaba algo allá en la sala con la mamá de Julio.

–Julio dime la verdad por favor, ¿David y Carmen no tendrán problemas con mi madre, por tenerme aquí en su casa?

–No Alondra. Pero tienes que ir a declarar a la delegación, lo que ha pasado. Mi madre pondrá la orden restrictiva contra Petra, pero debe haber un antecedente.

–Lo sé, debe constar en el acta que Petra me ha hecho daño, con el fin de que cualquier cosa que pase recaiga en ella – Dije con seguridad.

–Así es. Estaremos viniendo a verte diario, para visitarte y traerte las tareas, mientras puedes volver al Tec – Aseguró Javy – Prométeme que vas a estar bien Alondra.

–Lo estaré y ustedes también prométanme que, se van a cuidar allá afuera de la loca de Petra, tengo miedo que quiera hacerles daño.

–No nos pasará nada, Petra no es tonta y sabe que mi madre es abogada, que si nos hace o intenta hacer algo todo su buen nombre de dama del patronato se irá por el caño – Dijo Julio riéndose.

En ese momento tocaron a la puerta en casa de David, él se asomó por el balcón de su recámara y vio de quién se trataba. Inmediatamente nos dimos cuenta de que no eran buenas noticias

–Alondra mi amor, chicos. Es Petra viene con otra señora a armar jarana – Dijo David – Bajaré para enfrentarla y no pienso dejar sola a mi madre.

–No David, por favor no bajes no quiero que te haga nada – Lo tomé de la mano sin querer soltarlo – Quédate conmigo.

–Es lo más prudente David, quédate aquí con ella. Nosotros bajamos y apoyamos a tú mamá que además está con la mía – Propuso Julio.

–Está bien, si se ponen feas las cosas avisen enseguida – Respondió David.

Julio y Javy bajaron para reunirse abajo con Carmen y con Doña Rosa, la mamá de Julio. El sólo saber que estaba aquí en casa de mi chico, hacía que se me revolviera el estómago y que me diera un ataque de miedo inexplicable.

–David mi amor, tengo mucho miedo. Mejor llama a una patrulla, mi madre está loca no quiero que dañe a más nadie por mi culpa – Lloré histérica – Por favor mi amor, no dejes que le pase nada a nadie.

–Mi amor, mi princesa, tienes que calmarte – David me abrazó contra su pecho y nos recostamos un poco en la cama – Te amo, no pasará nada malo. Tú no sabes cómo es mi madre enojada y si alguien saldrá de aquí acabada esa será Petra.

–Tú no la conoces, no tienes idea de cómo es. Ella es capaz de lo que sea por dañarme y sabe que lo que más amo en este momento de mi vida, eres tú David, si ella llega a hacerte algo yo me moriré.

–Nadie va a morir Alondra. Absolutamente nadie mi princesa, respira despacio por favor inhala y exhala lentamente – Me consolaba con ternura acariciándome mi cabello, dándome paz y calma como siempre que estaba en sus brazos – Así está mejor, estoy aquí contigo y no te pienso soltar.

–Gracias mi amor, por favor no lo hagas nunca – Alcancé a decir cuando me empezaron a pesar mucho mis ojos, creo que el medicamento que me habían dado, empezaba a hacer efecto, cerré los ojos hasta que me quedé dormida.

Más tarde, abrí mis ojos y todo estaba en calma. David estaba leyendo un libro con la mano libre, con la que no me estaba abrazando. Despertar y verlo así iluminado solo por la lámpara de la mesa de noche me conmovía por completo, por su dedicación y ternura para cuidarme.

–Mi princesa, te has despertado ¿Cómo te sientes?, ¿Necesitas algo?

–Mi príncipe, me ha despertado el dolor de mi espalda ¿Me puedes revisar por favor? 

–Claro que sí. Ahora lo hago, permíteme preciosa.

David se levantó poco a poco de la cama y encendió la luz. Después me ayudó a quitarme la ropa para poder revisarme y por la cara que hizo me preocupé.

–David, ¿Qué pasa? ¿Qué tengo?

–Voy a decirle a mi madre que venga a ayudarme a curarte Alondra. Estás sangrando de nuevo.

–Me duele y me arde mucho. David ¿Julio y Javy dónde están?, ¿Qué paso con mi madre?

–No te preocupes por nada, ellos están bien pero como te quedaste dormida, se fueron junto con la madre de Julio. Dijeron que vienen mañana, por favor mi muñequita, acuéstate boca abajo iré por mi madre.

David me dio un tierno beso y me acosté boca abajo en la cama, tal como me había sugerido y que era la posición en la que me podía acostar, sin lastimar más mis heridas. Minutos después entró él con Carmen quién llevaba todo para hacerme las curaciones. En ese momento me sentí querida, amada y consentida pero sobretodo, muy agradecida con la vida por poner en mi camino a mi amado príncipe y por supuesto a Carmen, quién a pesar del poco tiempo que la había tratado, ella había sido más una madre para mí, de lo que Petra lo había sido en toda su vida. Los ojos se me llenaron de lágrimas, no entendía, como personas que no eran de mi propia sangre, se preocupaban más por mí, que mi propia familia. 

Me daba cuenta que uno no elegía a la familia que te tocaba al nacer, sino a los amigos que se iban a convirtiendo en parte de la tuya, veía que el lazo de amistad era más poderoso que el de sangre. Así que si por mí fuera, mi familia podía dejar de existir en este mismo momento, excepto por mi papá, mis sobrinas y mis abuelitos, los demás no me habían servido para nada y prefería que fuera así, para no estar debiéndole favores a nadie.

– ¿Te está doliendo, mi princesa?

–No, mi amor, no te preocupes.

Mi ConsentidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora