Narra David De María
–David, hijo. Te llama Mi consentida – Dijo mi madre riendo un poco al tiempo que me daba el móvil.
–Gracias madre.
Tomé la llamada de Mi consentida y casi no entendía muy bien lo que decía hasta que poco a poco mientras le hablaba, lograba tranquilizarla.
–David, me siento mal.
– ¿Dónde estás? ¿Qué te hicieron?
–Es que es injusta conmigo.
Sabía yo que se estaba refiriendo a su madre, por lo que me había dado cuenta, la trataba mal, siempre estaba regañándola, ve tú a saber si tenía razón o no, me imaginaba que todas las madres eran como la mía, pero estaba equivocado.
–No llores más, ¿Quieres?
Me rompía el corazón escucharla llorar desconsolada, nadie era capaz de interferir por ella, cuando debería de estar rodeada de amor y comprensión, pero desde ahora en adelante podía contar conmigo y con mi madre para lo que quisiera, sé que ella estaría de nuestra parte y no se opondría a nada.
Finalmente ya que logré calmarla, supe que era lo que le había pasado.
– ¿Cuéntame que pasó?
No podía detener su llanto y eso me dolía a mí también, odiaba cualquier cosa que la hiciera llorar, me prometo que nunca seré el causante de su llanto, no puedo verla sufrir, ni siquiera concebir que algo la pueda afectar.
–Mi mamá me echó de la casa, solo llegue una hora tarde, por que llegué con olor a alcohol y en estado de ebriedad por las viñas que nos tomamos.
Cómo era eso posible, es solo una niña, cómo se atrevía su madre a hacerle aquello, me imagino que no era la primera vez que pasaba esto, no se tentaba el corazón al agredir a un ser tan vulnerable, cierro los ojos de la impotencia, me gustaría estar en estos momentos ahí, para poder consolarla, esta sería la última vez que le hacían daño.
– ¿Estas afuera de tu casa?
Me entraba la ansiedad al no saber dónde estaba, que no fuera a cometer un locura y que alguien pudiera aprovecharse de ella en el estado en el que se encontraba, no me lo perdonaría sino llegaba a tiempo.
–No, a unas calles de ahí.
–Muy bien ¿Te dejó sacar ropa?
–Solo traigo la mochila de la escuela, lo que traigo puesto, ni siquiera tengo a donde ir y no traigo ni un peso.
La mantuve en la llamada pues no quería que le pasara nada y de inmediato decidí salir a buscarla.
–Enseguida voy para allá, no te muevas del lugar por favor.
Mi madre preocupada por lo que alcanzó a escuchar se ofreció a ir conmigo por Alondra.
–Te llevo, hijo.
–Gracias, madre.
Así lo hicimos, salimos de la casa, pasamos por ella a unas cuadras de su casa hasta dónde había alcanzado a caminar, ella estaba totalmente empapada pues seguramente no se alcanzó a cambiar de ropa y traía su mochila de la escuela dentro de una bolsa de plástico. Me bajé de prisa, no puedo describir lo que sentí al verla, tan sola tan vulnerable, la tomé en mis brazos, me subí con ella en el asiento de atrás del auto dejando a mi madre cómo chofer, mientras mi consentida seguía llorando desconsolada.
–Ya estamos aquí, preciosa.
Le dijo mi madre en cuanto subimos a su auto, mi madre era la mejor del mundo, le agradecía al cielo haberla elegido para mí. No sé qué hubiera hecho sin ella.
Todo el camino a mi casa, la llené de besos y de abrazos para hacerla entrar en calor y que no fuera a enfermarse.
–Cuando lleguemos a casa, lo primero que harás será darte un baño, te puedes enfermar si no te sacas el agua que traes en el cuerpo.
–Está bien.
La tenía abrazada a mí, era como una niña pequeña y no quería que nadie le hiciera daño, sería su protector de ahora en adelante, si tenía que pelear mil batallas por tal de que se encontrara bien, así lo haría, no había poder humano que la arrancara de mi lado.
Cuando llegamos mi madre le preparó la ducha y le prestó ropa para que se cambiara y se quitara la ropa y lo mojado, luego preparó un té para ambos. Amaba eso de mi madre que siempre era atenta y amable.
Esa noche estuvo llena de sorpresas definitivamente, a mi madre no le había agradado ninguna de mis dos novias anteriores para que las trajera a casa y con Alondra estaba encantada, desde que sucedió lo del accidente vi que se habían caído bien, platicamos un rato los 3 en la sala, mientras tomábamos el té.
Alondra había dejado de llorar y estaba un poco más relajada que era lo que más me importaba en ese momento y justo cuando íbamos a subir a mi recámara para dormir un rato, Alondra le agradeció a mi madre por las atenciones y se dieron un abrazo para después irnos todos a dormir.
–Muchas gracias, señora Carmen.
–Esta es tu casa, hija y puedes llamarme Carmen.
–Gracias madre.
–Sabes que siempre pueden contar conmigo, hijo.
Nos damos un abrazo grupal, en esos momentos, éramos como una pequeña familia, apoyándonos los unos a los otros, luego de separarnos, mamá se fue a su habitación; ya que estuvimos a solas Alondra y yo en mi recámara, me metí a la cama y puse una barrera de almohadas a fin de hacer una división y de que ella se sintiera más cómoda. Pero justo después de eso comenzaron a caer relámpagos que amenazaban con que volvería a llover.
Alondra se asustó y entonces fue ella misma quién hizo a un lado la barrera para dormir en mis brazos lo cual fue hermoso para mí, así que la calmé acariciando su hermoso cabello, hasta que se quedó dormida en mis brazos, haciéndome sentir feliz y afortunado, contemplando lo hermosa que era.
Mientras trataba de dormir, supe que era feliz, me sentía el hombre más afortunado del mundo, sólo pensaba que sería la primera noche de muchas con Mi Consentida.
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Mi Consentida
RomanceAlondra ha sido mía desde el primer momento que la vi, los libros hablan sobre chispas en el aire, cuando se encuentran dos almas gemelas, lo nuestro fueron luces de bengalas, luminosas, mostrándonos lo peligroso que podemos ser si nos acercamos lo...