Capítulo 82.-

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Narra David de María

–Mi amor, mi consentida. Te pido que te calmes por favor y mi amiga se llama Lisa no Luisa – Me reí ante eso, que Alondra fuera tan despistada – Sí estuve aquí con Lola, no te lo negaré porque ya Lisa lo dijo, pero vinimos sólo una noche y regresamos al día siguiente y no llegamos a mi casa. Mi madre no aprobó jamás a Lola, menos nos hubiera permitido quedarnos aquí, si no me crees puedes preguntarle a mi madre ya que volvamos.

–David, no me mientas ahora diciendo que no se quedaron ahí, no seas cínico neta. Ahora me vas a decir que vinieron solo a ver los árboles y que se durmieron a orillas del lago, que no te la cogiste ni nada. Neta no mames – Alondra estaba fuera de sí dándole golpes al tablero del auto – No sé ¿Qué ganas con mentirme? Si ya Lisa lo ha dicho todo.

–Alondra, que no te estoy mintiendo, carajo. Vinimos a celebrar el cumpleaños del novio de Lisa y solo estuvimos aquí esa noche, desvelándonos, tomando en una fogata que hicimos y tú ya estás pensando que filmamos toda una película porno aquí. Por favor cálmate mi amor.

Me detuve en una zona donde podía estacionarme y me quité el cinturón de seguridad para abrazar, tranquilizar y calmar a Alondra que no se calmaba con nada. En cuanto la tomé en mis brazos ella lloraba mucho y yo le acariciaba su cabello y le daba suaves besos en él para que ella se fuera tranquilizando. Además de que no tenía por qué estar así, lo de Lola no fue en su tiempo y además ya le había dicho la verdad que con ella no había pasado nada de lo que ella se estaba imaginando, por lo que estaba haciendo un coraje en vano.

Cuando la sentí más calmada, la separé con cuidado de mí para secar sus lágrimas con mis dedos y poco a poco, ella se fue relajando hasta que la sentí más tranquila. La tomé de su cara para atraerla a mí y besarla con ternura sintiendo en cada beso como ella seguía llorando mientras que yo tomaba agua salada. Volví a separarme de ella, para que ya más tranquila como estaba pudiéramos aclarar las cosas y que eso no pasara a más.

–Alondra, ya no llores. Por favor preciosa, mira que me haces sentir muy culpable y más que nada porque ya no podemos cambiar el pasado, las cosas ya fueron y tú pasado y el mío antes de conocernos eso debe ser para ambos, solo un pasado.

–David, no entiendes nada. No es solo eso, me da miedo que no la hayas olvidado y peor si toda la gente te la recuerda, yo no soy en la cama nada de lo que hayas tenido antes. Apuesto que esa mujer te dejaba metérsela por todos los orificios del cuerpo, algo que nunca tendrás conmigo y eso te hará dejarme.

–Mi princesa, mi muñequita. Yo te he demostrado que te amo y eres tú quién no me quiere creer, es inevitable que gente que me conoció por ella, me pregunten por ella pero se les dice las cosas que ahora mi novia y mi vida y mi princesa eres tú. Ya preciosa, ¿Vamos a estar bien? Por favor.

–Demuéstrame entonces cuánto me amas y hazme algo aquí y ahora. Algo que no hayas hecho ni con ella ni con ninguna otra estúpida – Me pidió Alondra – Por favor David, quiero que me convenzas de que me amas.

–Lo que sea que quieras mi amor. Quiero que te quede claro que es a ti a quién amo de uno y de todos los modos – Le dije tiernamente.

–Entonces ya no hables, olvidemos ese estúpido trato y hazme el amor aquí, házmelo feroz y tierno.

Me tentaba a mas no poder, si movía sus hilos de esa manera me tenía más que dispuesto, pero no aquí, estábamos en la vía pública.

–Alondra, en la noche te haré ir al cielo y de regreso, pero ahora ya debemos irnos. No debe tardar en llegar Fina y mi madre debe estarnos esperando por el postre. 

–Nunca creí que además de mentiroso y de cínico también fueras un cobarde – Alondra dijo eso haciendo que me hirviera la sangre.

–No soy ningún cobarde Alondra y te lo voy a demostrar.

Nadie nunca me había llamado así, me enojé tanto que hice para atrás mi asiento haciendo que casi chocara con el asiento trasero, jalé a Alondra del brazo con fuerza dejándola aprisionada de frente a mí entre el volante y yo, para después comenzar a besarla con cabreo y con mucha pasión y locura, tanto así que ella comenzó a gemir más intensamente que de costumbre, le arranqué la blusa que aventé al asiento del copiloto.

Lo mismo hice con el sujetador que cayó allá en una milésima de segundos, me desabroché el pantalón y saqué a mi amigo. Estaba más que listo, quedó entre nosotros dos, estaba que reventaba de lo erecto y duro que se encontraba, Alondra conseguía que me pusiera como una moto. Todo se había ido al drenaje, no había vuelta atrás, si eso era lo que quería lo tendría, porque no habría poder humano que me detuviera.

Alondra me jaló la camisa fuera del pantalón, hasta tirarle los botones para abrirla por completo y comenzó a rasguñarme el pecho con cabreo, haciendo que me volviera loco y que no descansara hasta hacerla mía ahí mismo, le levanté la falda y sin quitarle las bragas, sólo haciéndoselas a un lado, me introduje en ella sin tacto, así directo, de sus labios brotó un gemido que me hizo trizas los huesos, comencé a embestirla con ferocidad, de esa manera como me había pedido que se lo hiciera, mientras besaba y mordía sus labios hasta que le saqué la sangre lo que poco nos importó. 

Eso se sentía endemoniadamente bien y estábamos reconciliándonos ahí en el auto sin importarnos nada, sabíamos que los autos no se detenían, hasta que nos tocaron el vidrio de mi lado, pero por lo empañado no vimos quién era. 

Mi ConsentidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora