Capítulo 197.-

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Narra David De María

No podía creer, como era posible, que Don Manuel, se pusiera del lado de Petra y no quisiera ayudarnos esto era el colmo. Estaba hasta la hostia de esa señora y al ver a mi madre tan cabreada, supe que estaba en las mismas condiciones de cabreo, que Alondra y que yo.

–Te estoy esperando, Manuelito – Mi madre lo miraba, sin apartar su vista de él – Por favor, danos una solución. No me parece que, no pienses hacer nada, ahora que sabes por mí también, lo que en realidad pasó, ahora que has escuchado, mi versión de lo que ha hecho Petra, siendo que tampoco, es la primera ocasión que me insulta.

–No, no es la primera ocasión que te insulta Carmelita, eso lo sé – Don Manuel estaba muy presionado – No sé, cómo puedo decirle a ella, que retire la denuncia. Alondra y tú deben reconocer, que David aquí presente ha actuado mal.

–Yo reconozco lo que a mí me toca Don Manuel – Admití – Pero ya basta, en serio de todas las tonterías, que Petra nos ha hecho. Cada que le viene en gana, insulta a mi madre, me insulta a mí y maltrata a mi princesa y lo siento mucho, pero, le llegó el día que alguien la pusiera en su sitio y me ha tocado a mí, ser ese alguien.

Ella pensaba que todas sus fechorías, se iban a quedar impunes, que los maltaros fiscos solo los iba recibir Alondra, pues se había equivocado, porque siempre había otro, que podía salir, más cabrón que ella.

–Mira papá, ya me cansé de ser amable – Dijo mi princesa – He aguantado toda mi vida, que esa vieja estúpida me haga daño, me maltrate, me grite y ahora, hasta me prohibió ver a mi abuelita ¿Con qué derecho, lo hace? Una cosa es ella y otra muy distinta, son mis abuelitos. Así que dinos ¿Cómo nos vas a ayudar? Si no lo haces a Petra le irá peor, no me tentaré el alma para irme en su contra, sean cuales sean las consecuencias. Así cómo ella, nunca se ha tentado el alma para hacerme daño, pues ni alma tiene.

–Alondra hija, razona un poco por favor – Don Manuel quiso abrazar a Alondra, pero ella se refugió en mis brazos – Entiende, ella es mi esposa y te guste o no, también es tu madre. No la tengo nada fácil, ¿Puedes ponerte en mi lugar, por favor?

–No, no me pienso poner en tú lugar papá – Gritó Alondra – Tú ¿Cuándo te has puesto en el mío? Y esa mujer, no es mi madre. Las únicas dos personas a quienes considero con ese nombre es mi abuelita, quién siempre ha sido eso para mí y la otra persona, se llama Carmen Ramírez y está sentada frente a ti, ahora mismo.

–Gracias Alondra – Mi madre se puso sentimental – Tú también eres una hija para mí y lo siento Manuel, pero yo también por mis hijos, por David y por Alondra, soy capaz de hacer lo que sea. Yo sí sé, lo que es ser madre y no dejaré, que la loca de Petra dañe a ninguno de mis hijos o me va a conocer.

–Carmen, te entiendo en serio, pero no puedo ahora de momento, hacer algo – Se defendía Don Manuel – Ella tiene derecho a seguir con esto. Admite y tú también Alondra, que David estuvo mal.

–Sí lo admitimos papá, pero el que está peor incluso que Petra, eres tú – Alondra estaba fuera de sí – Nunca en mi vida te he pedido algo y ahora, que te pido que ayudes a mi chico te niegas, en serio, que no lo puedo creer. No admites que Petra no solo está loca, esta desquiciada, al grado de pegarme, donde le da la gana y tú estás peor, no me quieres defender, no quieres hacer nada por mí, tampoco me has querido nunca seguramente y te importa más esa perra mujer, que lo que te he importado yo.

Alondra rompió en llanto y yo, la podía entender perfectamente. Ella se sentía traicionada y herida, por su propio padre, que nunca había metido las manos al fuego por ella. Para mí y para mi madre, no era problema conseguir ningún otro abogado, pero le correspondía a Don Manuel ayudarnos, él se lo debía a Alondra y a mi madre, quién ha sufrido demasiadas ofensas, de parte de Petra. 

Don Manuel, miraba la escena y a mi princesa llorando desconsolada en mis brazos y no hacía nada, lo que a mí me daba más coraje, era su miedo hacía Petra, que estaba seguro que si ella, se lo pedía nos dejaba de hablar, tanto a mi madre, como a mí, Alondra tenía toda la razón del mundo, ella se iba a salir con la suya, Petra, era de lo peor.

–Mira Carmelita, te voy a referir con un abogado, no es de aquí de mi firma, pero es un excelente abogado penal – Dijo Don Manuel a mi madre – Él fue mi compañero en la licenciatura y te aseguro que, puede sacar muy bien lo de David. Los honorarios de mi colega, yo los cubriré.

–Eres un desgraciado, papá y te odio – Alondra, se soltó de mi abrazo – Ahora ¿Qué fácil dices eso?, que fácil dices que nos vas a referir con alguien y tú te lavas las pendejas manos, de lo que ha hecho la loca desquiciada de Petra, tu estúpido y cochino dinero, te lo puedes meter, por donde mejor te guste y te apetezca, porque el dinero, a ellos les sobra así que ahórrate eso. 

Alondra, estaba fuera de sí, estaba muy enojada con su padre, pues ella lo veía como una salvación para nosotros y él se estaba negando, nos iba a dejar a la suerte con otro abogado, porque él no iba a ir en contra de mujer, aunque haya escuchado, todas las cosas que la inculpaban.

–Alondra, ya basta – Le gritó Don Manuel – No tienes derecho, de venir a ponerte como loca al despacho. Te recuerdo, que hay modos de hablar y de pedir las cosas.

Se las estábamos pidiendo de la mejor manera, y ella no estaba comportándose de una manera anormal, yo creo que se estaba quedando corta, sus reclamos eran bien infundados.

–Y tú ¿Cómo chingados puedes pedirme que me calme? Cuando la loca de tu mujer, quiere meter a la cárcel, al hombre que amo, no me voy a calmar y te lo advierto papá, te juro por lo que más quiero en mi vida, que si no sacas a David de este problema tú mismo, yo me vengaré con Petra y no la volverás a ver nunca más – Alondra amenazó directamente a su padre – No sabes, de lo que soy capaz, por defender al hombre que amo.

Mi ConsentidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora