Capítulo 68.-

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Narra Alondra Ferreyra

Por la mañana siguiente, David me despertó con toda la calma que le fue posible, yo no quería despertarme aún pero teníamos que bajar a desayunar pues no podía perder la cita que con tanto esfuerzo había logrado Carmen con la doctora el día de hoy. 

–Buenos días chicos, espero que durmieran bien – Nos saludó Carmen – Me tomé la molestia de servirles el desayuno.

–Buenos días Carmen – La abracé – Todo se ve delicioso.

–Gracias madre, disculpa que tardáramos en bajar. Sabes lo difícil que es despertar a Alondra.

–No pasa nada hijo, buen provecho, chicos.

–Gracias madre, provecho.

–Provecho y gracias Carmen.

Desayunamos un poco rápido yo no sabía hasta dónde íbamos a ir a la ginecóloga, hasta que llegó la hora de irnos. David, se fue con nosotras pero el quedó de verse con un amigo suyo en una plaza cercana al consultorio. Me despedí de él y se bajó en la plaza. Carmen y yo seguíamos nuestro camino rumbo a la consulta con la doctora. Los nervios ya comenzaban poco a poco a causar estragos masivos en mí. Me moría de nervios y de angustia y Carmen lo notó cuando se estacionó para bajarnos.

–Alondra tranquila que no te dejaré sola. Esto es lo más normal del mundo y no te pasará nada malo, sino todo lo contrario, es por tu bien – Me dijo Carmen – Ya verás que todo sale bien.

–Gracias Carmen pero siempre la primera vez de algo, da mucho miedo.

–Lo sé, pero no pasará nada hija, cálmate.

A pesar de las palabras de Carmen yo a cada paso que daba mientras nos acercábamos a la entrada de un edificio, me iba poniendo más y más nerviosa hasta que me forcé a mí misma a mantener la calma. Al entrar al edificio Carmen, habló con la chica de recepción.

–Buenos días señorita. Mi nombre es Carmen Ramírez y tengo una cita con la doctora Castro.

–Buenos días señora Carmen, tomen asiento por favor – Respondió la chica – Le avisaré a la doctora Castro que están aquí.

Carmen y yo nos sentamos en unos sillones de lo más confortables ahí de la sala de espera, mientras la chica de recepción se puso de pie y entró a un consultorio. Para matar mis nervios me puse a leer una revista donde estaba un reportaje del grupo RBD, uno de mis grupos favoritos. Carmen, mientras tanto checaba algo en su celular.

–Listo, pueden pasar. La doctora las está esperando – Nos dijo la chica amablemente.

–Muchas gracias, señorita.

Entramos al consultorio y una chica más joven que Carmen ahí nos estaba esperando, nos recibió con una sonrisa.

–Tomen asiento por favor.

–Claro que sí, muchas gracias.

–Gracias.

–Hola buenos días como pueden ver, no soy la doctora Castro. Ella tuvo un contratiempo y las atenderé yo, claro si no tienen inconveniente o de lo contrario pueden agendar nuevamente otra cita con la doctora.

Esas palabras eran como caídas del cielo, se si podía retrasar más tiempo la consulta, mejor para mí, así que traté de persuadir a mi suegra.

–Carmen, mejor vámonos. No es ella tu conocida – Le pedí a Carmen muy nerviosa.

–No Alondra, ya estamos aquí y tomaremos la consulta – Dijo Carmen con voz de autoridad, dejándome sin ninguna alternativa.

– ¿Quién de ustedes es Carmen Ramírez? Lo pregunto por mera formalidad y para hacer su expediente – Preguntó la doctora.

–Yo soy Carmen Ramírez – Respondió Carmen educadamente – Pero la consulta no es para mí, es para mi nuera.

La doctora enseguida volteó a verme y comenzó a teclear unas cosas en su computadora antes de dirigirse a mí.

–Entiendo, muy bien señorita ¿Cuál es su nombre completo y su edad? – preguntó la doctora y entonces por instinto dije una mentira.

–Dulce María Ferreyra y tengo 18 – Dije apenas.

–Muy bien Dulce María, muy bonito nombre como la chica de RBD – Dijo la doctora, mientras que Carmen negaba con la cabeza y trataba de no reírse de mis ocurrencias – ¿Me podría decir un número estimado de parejas sexuales? Le aclaro que es un asunto de control interno y todos sus datos son confidenciales.

Voltee a ver a Carmen y me sentía, sucia y terrible. Eso no podía contestarlo y no sabía que decir, ya que a mis 18 años estaba más corrida que cualquier carretera del país, en mala onda acepté venir a consulta, no pensaba que fuera un interrogatorio, donde tenía que exponer mi vida íntima.

–Hija, respóndele a la doctora – Me animó Carmen.

–5 solamente – Mentí – Sé que son muchas pero son las que son.

–Aquí no se le va a juzgar, ahora venga conmigo y póngase esta bata que la voy a revisar – Me dijo la doctora.

Hice lo que me dijo y después me acostó en una camilla y comenzó a explorarme la doctora y a hacerme un ultrasonido con un aparato. Después que esa tortura terminó, me vestí y salimos de nuevo al consultorio dónde Carmen me estaba esperando.

–Todo está bien con la señorita Dulce María – Dijo la doctora volteando a ver a Carmen – Supongo que además de la revisión han venido a que le recete algún método anticonceptivo.

–Así es doctora, si le pudiera explicar a mi nuera por favor – Respondió Carmen.

La doctora comenzó su plática sobre métodos anticonceptivos, algo a lo que no presté bien atención yo en lo único que pensaba era en irme de ahí. No estaba cómoda y cuando por fin dejó de hablar me decidí a llevarme unas pastillas anticonceptivas.

–Está bien pero me llevaré las pastillas, muchas gracias – Dije rápidamente.

–De acuerdo, se las incluiré en el costo de la consulta y tiene que venir a verme cada año – Me respondió la doctora.

Ella se fue a imprimir algo dejándome ahí sentada con Carmen y cuando volvió, nos entregó las pastillas y un calendario menstrual y finalmente esa tortura terminó cuando logramos salir de ahí con Carmen, había sido una experiencia de lo más incómoda, traumático y por nada del mundo la quería volver a pasar.

Mi ConsentidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora