Narra David de María
Le di golpes a la puerta con el puño y unas cuantas patadas y aun así nadie salió a atendernos, no sé a dónde se la habrán llevado. Me llevé las manos a la cabeza y comencé a llorar y a gritar, de dolor, de coraje y de tristeza.
–No, no, no.
Alondra era uno de los seres más importantes de mi vida, era mi todo, no la podía perder, así nadamás. Mi madre de inmediato me abrazó. No sabría qué hacer, si esa mujer arrancaba a Alondra de mi lado, estaba dispuesto a todo.
–David hijo, lo comprendo, pero tienes que tranquilizarte. Vamos a la casa y volvemos más tarde, de nada sirve que sigamos aquí.
No me podía ir, si por casualidad llegara a salir alguien, me tendría que dar razón de mi novia.
–Madre, estoy preocupado por ella, tenemos que ir a la policía o a dónde haga falta, no nos podemos quedar de brazos cruzados.
No me podía imaginar a mi niña, a mi preciosa novia, pasando por todo esto sola, sin que nadie la auxiliara, sin siquiera tener a nadie que la defendiera de tan horrible monstruo, pero todo iba a cambiar a partir de ahora, nada ni nadie le iba a volver a hacer daño, sería su escudo, su barrera protector y nada la tocaría, nunca más, así que no me detendría hasta encontrarla.
–Claro que sí, hijo, tenemos que movernos.
En ese momento a Javier alguien le llamó por teléfono y una vez que terminó la llamada se dirigió a nosotros.
–David, ya sé dónde está Alondra. Me acaba de llamar su abuelito, vamos para allá.
Nos subimos al auto de mi madre, ella siguió todas las instrucciones de Javier para llegar a casa de los abuelos de Alondra, por mi mente pasaban muchas cosas entre ellas lo que estaba a punto de pasar al enfrentarnos con Petra. Al llegar ahí, nos sorprendimos de ver que estaba una camioneta tipo ambulancia y eso me alarmó de inmediato, nos bajamos del auto, corrimos hacía allá, y Javier que era conocido por los abuelos de Alondra llamó a la puerta.
Pasaron unos segundos que, a mí me parecieron una barbaridad, hasta que nos abrió la puerta una mujer, bastante mayor, a la que yo le calculé unos 70 años, se nos quedó mirando, su cara también estaba agobiada.
–Buenas tardes Doña Alicia – La saludó Javier – Me llamó Don Poncho diciéndome que Alondra está aquí, ¿Podemos pasar? Ellos son: David el novio de Alondra y su mamá.
–Buenas tardes Javy, ¿Cómo te va muchacho? Claro pasen, están en su casa.
–Muchas gracias señora y buenas tardes – Dije educadamente una vez que nos permitieron pasar a la casa.
La señora le dijo algo a Javier y después subió a la planta alta. Yo me temía que iba a ir por Petra para el enfrentamiento conmigo. Javier de pronto, me sacó de mis pensamientos.
–David, Doña Alicia subió para ver si ya terminaron de curar a Alondra. Ahorita que baje nos dirá si podemos subir.
No dejé hablar más a Javier y subí como un loco corriendo las escaleras hasta llegar a la planta alta. Javier y mi madre subieron detrás de mí teniendo miedo de mis impulsos, nadie sabíamos entonces que, Petra no se encontraba ahí, la muy desgraciada quien sabe que le hizo y ahora no estaba cerca.
Me abrí paso a una de las habitaciones de dónde provenían unas voces y lo que vi, me partió en mil pedazos el corazón. Alondra estaba tendida boca abajo llena de gasas, de parches y de vendas en toda su espalda las cuales estaban teñidas de sangre y la tenía tomada de la mano un hombre mayor. Estaba una doctora y también una enfermera dando indicaciones.
Me arrodillé al lado de mi novia y tomé su manita que estaba helada. Ella estaba entre dormida y despierta, yo sin aguantar el llanto que nuevamente salía de mis ojos comencé a hablarle.
–Alondra, mi amor. Estoy aquí, ¿Qué ha pasado mi princesita? – Le dije tiernamente – Te amo, perdóname por no cuidarte como debiera.
No sabíamos que algo tan grave iba a pasar, esto no se quedaría así, Petra tendría que pagar por lo que le hizo,
–David, mi amor – Respondió ella débilmente – Yo también te amo.
Javier también se acercó a ella, para darle ánimos. En tanto mi madre hablaba con sus abuelos, pidiendo su autorización para llevarnos a Alondra a nuestra casa.
–Alondra, todo estará bien. Le avisaré a Julio para que arregle todo con su mamá, te vamos a cuidar y no dejaremos que nada te pase – Le decía Javier a mi princesa.
–Javy, no quiero que Petra se desquite con ustedes. Vean como me ha dejado.
–Nunca en su vida volverá a tocarte. Te lo prometo, te lo juro mi princesa – Intervine furioso.
–David, es mejor que dejemos esto aquí. No quiero que ella te haga daño, me amenazó con hacerlo. Te dije que tengo muy mala suerte, no quiero pasártela a ti también.
–Te amo, no hables más, mi princesa – Le di un suave beso en sus labios.
Mi madre de pronto se acercó a nosotros, para darnos dentro de todo una buena noticia.
–Alondra, hija ¿Cómo te sientes? – Le preguntó mi madre visiblemente afectada, a Alondra.
–Carmen, gracias por estar aquí conmigo. Me duele mucho mi espalda, me siento débil.
–No te preocupes, tus abuelitos me han concedido el permiso para llevarte con nosotros a casa. Te ayudaré a ponerte algo de ropa y nos vamos.
–Gracias madre – Respondí más agradecido que nunca en mi vida.
Mi madre y la abuelita de Alondra le ayudaron a ponerse una blusa holgada para cubrirla de la espalda, mientras que Javier y yo esperábamos abajo. Después Alondra y mi madre bajaron pero mi princesa estaba tan débil que estuvo a punto de desmayarse, así que la tomé en brazos ella se despidió y agradeció a sus abuelitos y después nos retiramos mi madre, mi princesa, Javier y yo de la casa de sus abuelos. Yo sabía que eso era la declaración de una guerra contra Petra.
De esta no se iba a librar tan fácilmente, toda acción tiene consecuencias, y que se agarrara, porque nadie la iba a poder defender.
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Mi Consentida
RomanceAlondra ha sido mía desde el primer momento que la vi, los libros hablan sobre chispas en el aire, cuando se encuentran dos almas gemelas, lo nuestro fueron luces de bengalas, luminosas, mostrándonos lo peligroso que podemos ser si nos acercamos lo...