Capítulo 92.-

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Narra Alondra Ferreyra

Esa actitud de David me estaba desesperando totalmente. Estaba montando tal drama digno de una novela. No podía creer que estuviera montando todo ese numerito y lo peor es que estaba exponiendo su vida, así que muy a pesar de que estaba que me cargaba la chingada de coraje, caminé mojándome a dónde él estaba.

-David, por favor. Deja de hacer esto - Lo tomé de la mano - Vamos a entrar a la casa.

En ese momento un rayo, impactó muy lejos en el bosque retumbando el suelo, dándonos la señal que si no queríamos tener un desafortunado accidente, debíamos de entrar a la casa. Los arboles no eran recomendados, cuando estaba cayendo tremenda tormenta eléctrica.

-Dime que me amas Alondra, dime que me perdonas - Me pedía mi chico mientras sus lágrimas se mezclaban con la lluvia - Por favor dímelo, mi princesa.

Por esta vez, haría lo que decía, era preferible tenerlo calmado a buscar una mala hora en los confines del bosque, lo abracé y lo conduje de regreso a la casa, estaba pesado, todo su cuerpo lo traía recargado a mí.

-Te amo, te adoro David - Le dije desde el fondo de mi corazón - Vamos a entrar, por favor. Los rayos me dan pánico, ya sabes que no me agradan, vamos por favor.

Le estaba casi rogando, el miedo que le tenía a los rayos era real. Desde niña me asustaban, a tal grado que tenía que ir mi papá a acostarse conmigo, hasta que pasaba la tormenta, hasta que me dormía o hasta que Petra lo llamara, porque ya había pasado mucho tiempo conmigo.

-Está bien mi princesa, vamos adentro.

David y yo comenzamos a acercarnos de nuevo a la casa, mientras que Carmen, nos miraba a ambos llegar todos empapados de pies a cabeza.

-Suban a darse un baño o van a pescar una pulmonía - Nos dijo Carmen -Por favor chicos, por una vez hagan caso.

-Si Carmen -Respondí yo.

Subimos las escaleras David y yo, al entrar a su recámara se sentía muy helado no sé si por la mojada que nos habíamos dado o porque nos fuéramos a resfriar. No sé si por instinto o porque ambos al sentir el frío entramos temblando al baño, dónde David comenzó a llenar la tina de agua o sea el jacuzzi, sin importarle nada. Me quedé solo en mi ropa interior y él estaba sólo con su bóxer puesto. El jacuzzi comenzó a llenarse y entonces David entró en él, me dio la mano y entré con él.

Nos quedamos perdidos en medio de un contacto visual que parecía no tener un final, él me miraba con detenimiento y después me acercó a él tomándome de la cintura y me sorprendió besándome tiernamente acariciando mis labios, con la ternura de los suyos haciéndome sentir la seguridad que necesitaba y lo mucho que me había extrañado todo el día, poco a poco mientras el beso seguía subiendo de temperatura, él abría mis labios para dar paso a que su lengua invadiera mi boca en un baile delicioso, que me dejaba deseando que pasara algo más que ese beso, algo mucho más fuerte, más puro y más intenso.

Se separó de mí un poco, tan sólo un poco para mirarme nuevamente y decirme algo.

-Te amo Alondra, te amo con todo mi corazón. Dije muy en serio que me perdones, no puedo y no quiero vivir sin ti mi princesa, mi muñequita.

-Yo también te amo David y lamento mucho todo lo que pasó. Te extrañé tanto mi amor.

David no me dejó decir más nada y volvió a envolverme entre sus brazos besándome nuevamente con sobrada intensidad, con desesperación, con mucho deseo contenido y con las ansias de todo el día haber estado separados el uno del otro, en medio del calor del beso con una mano, desabrochó mi sujetador que cayó y quedó flotando en el jacuzzi y después de eso, él se bajó con una mano su bóxer, para después sacárselo por completo e hizo lo mismo enseguida con mi panty.

Al quedar completamente desnudos, él se sentó en uno de los escalones de dentro del jacuzzi y me sentó encima de él quedando frente a frente y entonces volvió a besarme estando así cuerpo a cuerpo y piel con piel, hasta que sin pensarlo, ya estaba él dentro de mí y comenzó a moverse despacio volviéndome loca con cada embestida lenta que me daba, me besaba con ternura, con salvajismo y con pasión.

Era una extraña combinación que sabía deliciosamente dulce y en ratos se separaba para darle besos a mi cuello, a mi clavícula, a mis hombros, poco a poco aumentaba el movimiento volviéndome loca de deseo y de amor, haciéndome sentir en el cielo y en las nubes. Era glorioso, era maravilloso, nosotros dos hacíamos una unión perfecta, encajando a la primera.

-Alondra te amo, mi princesa ¿Quieres que me detenga?

-David, también te amo y te juro que lo que menos quiero, es que te detengas amor.

-Te deseo tanto ahora mismo.

-Yo también te deseo, David, no pares.

David siguió moviéndose, sus manos agarraban mis caderas y nos uníamos más, mi pecho palpita con cada respiración, pero deseo más, quiero que me dé todo de sí, que no piense en nadie más que en mí, así como yo lo hago con él.

Seguimos haciendo el amor, así con ternura, con anhelo, con mucha pasión. El mientras más me movía y me hacía acoplarme a su ritmo, más veces me hacía llegar al cielo y yo simplemente me dejaba amar y hacer lo que él quisiera hacer de mí, en esos mágicos momentos. Entra y sale de mí, es demasiado siento que es demasiado el fuego que me consume, pero quiero más, necesito más. Es abrumador, mis músculos se aprietan, dejo salir un grito, mientras mi cuerpo tiembla por la liberación.

David hace lo mismo, sale un grito de su garganta y me aprieta con fuerza, nos dejamos caer de nuevo en la tina, fue tan maravilloso, quisiera que siempre fuera así.

Mi ConsentidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora