Capítulo 186.-

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Narra David De María

Empecé a romper despacio, una de las orillas del sobre y pude ver a Alondra, tapándose los ojos y después, cuando saqué la hoja con el resultado, ella se quitó las manos de los ojos y mi mirada, creo que le dijo todo a ella, no podía salir de mi asombro.

–Alondra, mi consentida – La miré directamente a los ojos – Te amo y esto, nos cambia la vida.

Este resultado, lo cambiaba todo porque de ahora en adelante, íbamos a estar unidos más que nunca, por eso la abrace con más fuerza.

– ¿Qué?, ¿Cómo que nos cambia la vida? – Sollozó – No me digas, que es positiva la estúpida prueba.

Creo que no me había expresado bien y ella lo tomó de mal modo, pero era un resultado, demasiado importante, para que siguiéramos con nuestros planes, pero la sacaría pronto del error. Porque yo no me había alegrado, porque fuera positiva.

–No mi amor, es negativa – Me levanté de la banca y la levanté en mis brazos – Estamos salvados, no estás embarazada.

Enseguida cambió la expresión de su cara, por una de alegría, porque sí, ella había entendido que el resultado había sido positivo y que yo estaba de acuerdo con eso, todo lo contrario, porque me hubiera desmoronado en el acto.

–Que alivio mi amor, pero entonces ¿Por qué no me viene mi periodo? Siempre, he sido muy exacta en esas cosas.

Era una cuestión que en el momento no le veía mayor importancia, porque en realidad el resultado negativo era lo que nos tenía más en ascuas, que el saber porque no le había bajado su periodo.

–Con todo respeto mi consentida, eso será lo de menos por ahora – Grité emocionado – Ya no tenemos de que nos debamos preocupar, ¿Qué hacemos para celebrarlo?

Estaba que brincaba de la emoción, nos habíamos salvado esta vez, pero esperaba no volver a tener que pasar, por este calvario nuevamente, me había dolido el estómago, durante todo el día.

–Vamos a comprar una nieve, de las de aquí del parque, mi amor – Me dijo mi amada Alondra – Te amo, mi príncipe.

Mi estómago no estaba acostumbrado, a comer cosas de la calle, pues no comía algo que estuviera elaborado al aire libre, porque nosotros no sabíamos, que tanto podía caer sobre la comida y me daba pánico, consumir en la calle.

–No lo sé, están sucias y mejor vamos a la heladería – Le propuse – Aquí hay polvo, hay tierra y hay microbios. Lo siento mi consentida, pero no me da confianza, en comer nada de lo que hay aquí en el parque.

–Lo siento David, pero a mí sí ¿No me vas a dar el gusto? – Ella se enojó – O ya sé, cómprame una nieve a mí y tu no comas, tú eres el que dice que le hará daño.

–Está bien vamos – Dije resignado – Alondra me dio un beso tierno y después se puso a dar saltos emocionada, tanto que me dejó atrás. 

Yo me detuve un poco, para leer un mensaje y después escuché voces de Alondra y de más personas. Mi cabeza me ardía, me punzaba y me dolía de un modo, que no me había pasado nunca, estaba desorientado.

–Pero ¿Qué has hecho Pepe? – Decía un chico – Has derribado a este joven y se ve, que se ha descalabrado.

Escuché que decía alguien cerca de mí, pero ni siquiera podía ver bien todo lo veía borroso, ni siquiera me acordaba, donde estaba.

–Se me ha cruzado en el camino – Dijo otro chico.

–David, mi amor háblame – Decía Alondra – David, dime algo por favor mi amor. 

–Alondra, me siento mal mi consentida – Pude decirle, arrastrando la voz – Me duele mucho mi cabeza.

Sentía como si algo muy pesado hubiera pasado por encima de mí, ni siquiera podía pensar y me sentía verdaderamente mal, todo empezó a girar, de una forma muy extraña.

–Tranquilo mi amor, llamaré a Carmen – Me decía, Alondra. 

Alondra hablaba con mi madre, yo no podía ni escuchar bien lo que decía, me toqué la cabeza y me impresioné al sentir un torrente de sangre, corriendo por mis dedos. Estaba aturdido y no recordaba lo que había pasado, recuerdo que me detuve a responder un mensaje cuando, me encuentro ahora tirado, herido y con un dolor de cabeza infernal, en el pasto del parque. 

–Ya viene Carmen mi amor ¿Puedes levantarte? Yo te ayudo – Decía mi Alondra – Y ustedes, desgraciados, ¿Quién le hizo esto a mi chico? Las van a pagar muy caro, por idiotas, mi papá es abogado y los meteré a la cárcel. Vean, lo que le han hecho a mi chico.

Al parecer, Alondra, estaba reclamándoles y peleando con los chicos, que habían provocado, que yo me cayera, pero a decir verdad yo no me acordaba de nada, de lo que había ocurrido.

–A mí no me hables así estúpida – Le respondió uno de ellos – Tú chico, estaba parado en medio del camino para las bicicletas y motos, no lo vi, hasta que lo había derribado.

Toda esta conversación la escuchaba yo, como en un limbo, como si estuviera aquí o no estuviera a la misma vez y me seguía sintiendo muy aturdido, me empezaron a zumbar y a doler los oídos.

–Cállate, pocos huevos – Decía Alondra – No huyas cobarde.

Lo más probable, era que los chicos que estaban implicados en el accidente, huyeron de la escena dejándonos a Alondra y a mí, a nuestra suerte, pues no se hicieron responsables, de lo que me hicieron.

–Se calman todos – Dijo una policía de las del parque – Joven ¿Cómo se siente? Veo demasiada sangre. Voy a pedir una ambulancia.

Yo no podía decir nada, porque estaba verdaderamente mal, intenté por todos los medios, poder razonar, pero me había sido imposible, mejor esperé a que ellas solucionaran lo que fuera, o qué llegara mi madre

–No señorita, muchas gracias – La detuvo Alondra – Ya le he llamado a la madre de mi chico, ella viene para acá.

Esperaba que mi madre no se demorará, porque estaba viendo qué se podría presentar una discusión entre Alondra y la mujer policía y eso a mí no me agradaba para nada, porque yo conocía a mi chica y no quería, que se metiera de nuevo en problemas.

–Lo siento, pero, su chico tiene una fuerte hemorragia en la cabeza y tengo que pedir que vengan por él, para llevarlo a que sea atendido – Dijo la mujer.

Alondra, se quedó callada por un momento y al parecer la mujer policía logró convencerla, de que esperáramos a la ambulancia, ya no se podía hacer otra cosa y yo, ya no podía escuchar muy bien.

–Muy bien señorita entonces esperemos a que llegue la ambulancia y ojalá la mamá de mi chico llegué a tiempo – Escuché que le dijo, Alondra.

Ya no escuché nada más, solo que Alondra gritaba y lloraba. Me dio mucho sueño, sentía muy caliente mi cabeza y después, ya no pude escuchar nada.

Mi ConsentidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora