Capítulo 23.-

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Narra Alondra Ferreyra Pérez

Escuchaba a mi niño hermoso, a mi David, hablarme desde lejos, pero era raro pues yo no lo podía tocar, no lo podía ver, únicamente sentía su mano cálida entre la mía y eso me calmaba, me reconfortaba, sabía que estábamos juntos ¿Cómo y dónde? No lo sabía pero estando con él, eso era lo que más me importaba y necesitaba. Él me daba fuerzas para querer seguir adelante.

Lo escuché llorar, pedirme que volviera con él y sentí ganas de mirarlo, de hablarle y de decirle que ahí estaba con él, que no me iría a ningún lado. No sabía si estaba dentro de un mal sueño, cuando después de mucho tiempo de escucharlo llorar y de sentir caer sus lágrimas en mi mano y después rodar por mis mejillas, comencé a ver un poco borroso y poco a poco la imagen se aclaró y entonces lo vi, completamente descompuesto, despeinado y hecho un desastre algo sin duda, muy raro en él quién siempre estaba pulcro, presentable y divino para mí. Mientras contemplaba llorar a mi niño hermoso, él me tomó de la mano y me besó con mucha ternura conmoviendo mi corazón.

-Mí vida, mi princesa. Te amo Alondra - Decía mi David llorando a mares - Gracias a Dios que has despertado.

No entendía lo que me decía, solo recordaba estar en casa de mis padres y mi mamá estaba de nuevo histérica, cada día su ira hacia mí, iba en aumento y David tenía razón, tendría que ser tratada de forma profesional.

-David mi amor, ¿Dónde estamos? - Quise saber al no reconocer el espacio ni el lugar - También te amo, ¿Por qué lloras mi niño lindo?

-Alondra, ¿No te acuerdas de nada? Tu madre te golpeo, te descalabraste y estamos en el hospital. No reaccionabas y sentí que me moría todo éste tiempo, no podría vivir sin ti.

-David, no me acuerdo de nada. Me duele mucho la cabeza mi amor, pero no me gustan los hospitales. Por favor sácame de aquí, vámonos mi amor - Le pedí a David en tono de súplica - Quiero estar contigo, dónde podamos descansar.

-Mi princesa, tengo que avisar que has despertado y tenemos que preguntar si te dan el alta. Estuviste un rato inconsciente.

-Sí mi amor, pero no te vayas. No quiero que me sueltes David, tengo miedo, no quiero estar aquí - Sollocé desesperada - Por favor quédate aquí conmigo.

No quería estar sola, me entró un pánico, algo inusual en mí, pero no quería que se alejara y me dejara aquí, necesitaba tenerlo cerca, sentirme protegida.

-Siempre me quedaré contigo, mi muñequita - Dijo David y se levantó de mi lado para darme un suave beso en los labios mientras sus lágrimas y las mías se unían en mis mejillas.

Pasó algo de tiempo y después una enfermera pidió hacerme una revisión, David salió por un momento y después volvió junto con mi papá y con un doctor quién pidió espacio para revisarme a solas. Muy a mi pesar tuve que pasar, por ese proceso a solas, obviamente tenía que preguntar al doctor algunas cosas.

-Oiga doc, disculpe pero quisiera saber algo - Comencé la plática - ¿Cree que pueda irme hoy a mi casa?

-No lo sé Alondra, por eso te estoy revisando y dependerá principalmente de ti y de cómo te sientas tú. Te practiqué unos estudios y al parecer no fue nada de cuidado, lo que me desconcertó mucho fue que tardaste mucho tiempo en reaccionar. Solo por eso te dejaría ésta noche en observación.

-Doc, por favor tiene que dejarme ir, me siento bien y lo digo en serio. Si me quedo aquí voy a empeorar de manera considerable, sé que usted es el profesional y que para eso me está revisando pero yo soy la paciente, por favor déjeme ir.

Pareciera que le estaba rogando porque temía por mi vida, tal vez ver demasiados programas de detectives y policías, me hacía creer que si mi madre me había hecho daño, podía entrar para terminar el trabajo y matarme.

-Alondra, me caes bien y no quiero que te estreses más aquí. Te dejaré ir con una condición, que me asegures que te sientes bien y si me prometes que mañana vienes a consulta para hacerte una curación y para volver a checarte. No sé si sepas pero los golpes en la cabeza son demasiado peligrosos.

-Claro que lo sé doc, se lo prometo que vendré mañana y de lo demás le aseguro que me siento muy bien - Mentí, en realidad tenía un dolor de cabeza espantoso - Por favor, necesito descansar en mi casa.

-Está bien Alondra, pediré tu alta y te haré una receta con unos medicamentos que quiero que compres y que tomes y cómo dije antes. Nos veremos mañana ¿De acuerdo?

-Claro que sí y doc, muchas gracias.

-Por nada. Así que espero que se cuide señorita.

-Lo haré doc. Cuente con eso.

El doctor cumplió su palabra y me fue a pedir el alta. Pasó un rato y pude salir de ahí, con un dolor de cabeza infernal y un poco mareada pero disimulé lo más que pude. Además mi amado David me tenía abrazada y sabía de sobra que él no me dejaría caer de ninguna manera. Mi padre me abrazó de lo preocupado que estuvo, así como Julio, Javier y Carmen.

- ¿Cómo te sientes, hija?

-Mucho mejor papi.

-No me lo perdonaría si te hubiera pasado algo grave.

Pues no sé cuan más grave pretende mi padre que pase, su mujer era una vil maniaca, estaba fuera de sí, no quería volver a verla en mi vida, no me importaba que fuera mi madre, porque ya ni siquiera quería llamarla así, Petra era lo peor que me pudo haber pasado en la vida. Pudo haberme dado la vida pero, eso no quería decir que tenía el derecho de golpearme cada que se le antojaba.

-Alondra, hija, creo que lo mejor es que te quedes en casa de Carmen, por un tiempo.

-Si papito, no te preocupes.

-Eres bienvenida a la casa Alondra, tampoco permitiré que te quedes sin un lugar a donde ir.

-Muchas gracias Carmen.

-No hay que agradecer nada, hija, desde ahora en adelante ya formas parte de esta familia, te puedes quedar todo el tiempo que necesites, si así lo deseas.




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