Capítulo 22.-

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Narra David De María

–Sí, vamos preciosa – Respondí sin más que decir.

Nos fuimos rumbo a su casa y ella me pidió para no hacer más grande el problema con su madre, que la dejara unas cuadras antes de llegar. 

– ¿Me puedes dejar por aquí por favor?

–Claro que sí.

Yo no tuve más remedio que acceder y así lo hice, bajé del auto para despedirme de ella para quedar de verla de nuevo en la noche afuera de su casa o trepando por su ventana, nos dimos un beso y un fuerte abrazo.

Me quedé un rato en mi auto meditando toda la situación y pensando que mi madre tal vez tuviera un poco de razón, al pedirme que esperara a que las cosas se calmaran, pero algo dentro de mí me decía que era un error el haberla llevado a casa. Sin ganas de irme, terminé por hacerlo y llegué temprano a mi casa, dónde me puse a hacer mis tareas de la Universidad y así se me fue rápido parte del día. Me metí a dar una ducha para después poder ir a casa de Alondra cómo habíamos quedado, pero antes quise enviarle un mensaje a mi amor, esperando su respuesta que no llegó y pensé que quizás estaría ocupada con sus tareas o con sus sobrinas. Traté de calmarme yo mismo y cuando estaba por meterme al cuarto de baño mi móvil sonó cómo si me detuviera de hacerlo. Lo cogí enseguida y sin ver de quién se trataba tomé la llamada.

–Hola.

–Hola – Dijo la voz de un hombre joven del otro lado de la línea – Buenas tardes, estoy buscando a David de María.

–Buenas tardes. A sus órdenes, él habla – Respondí alarmado.

–Nos conocimos en el Tec, soy Javier García uno de los amigos de Alondra, ¿No sé si me recuerdes?

–Desde luego que sí, Javier, dime ¿Qué ocurre? – Pedí una explicación de su llamada sintiendo que mi corazón, latía sin poder detenerse dentro de mí pecho.

–David lo que pasa es que Alondra está en el hospital, su padre Don Manuel me ha pedido que te contacté, porque Alondra no reacciona y la trajeron en una ambulancia inconsciente – Dijo Javier con un hilo de voz – Estamos en el Hospital Star Medica.

–Mándame la ubicación, por favor, ahora mismo salgo para allá. Te agradezco por avisarme – Apenas pude decir y me olvidé de la ducha y de todo.

Iba saliendo de mi casa cómo alma que lleva el diablo, cuando mi madre iba llegando. De inmediato le conté que Alondra estaba en el hospital y ella se ofreció a acompañarme. Nos fuimos de prisa y llegando no esperé ni a que mi madre aparcara el auto. Bajé en la entrada del hospital con el auto aún en movimiento y entonces ví a Don Manuel, acompañado por los amigos de Alondra y por una de sus hermanas. El en cuanto me vio, se puso de pie para darme información.

–David, hijo, gracias por estar aquí, acompáñame por favor.

–Don Manuel, ¿Cómo está Mi consentida?, ¿Qué ha pasado? He venido apenas me ha avisado Javier, por favor dígame ¿Qué tiene mi consentida?

–No sabemos David, le están haciendo estudios. Anastasia mi hija me contó que ella llegó a nuestra casa y que encontró a Alondra discutiendo con Petra, ella no quiso meterse y subió a atender a sus hijas, cuando escuchó un fuerte golpe que venía de la planta baja y dejó de escucharlas discutir. Bajó para ver lo que pasaba y encontró a Alondra inconsciente en el suelo y descalabrada de la cabeza y Petra como por arte de magia se había esfumado. Anastasia llamó a la ambulancia y a los amigos de Alondra y en cuanto lo supe, pedí que se te avisara a ti.

Cuando Don Manuel me explicó todo, me volví loco por completo. Caminé dando vueltas y vueltas jalándome el cabello y pronto entró mi madre quién se enteró de todo lo que ocurrió. Me sentía culpable y estúpido por haberla llevado a su casa, no debí de hacerle caso. Comencé a llorar y pedí, supliqué, imploré desesperado verla. Mi madre me abrazó tratando de tranquilizarme y Don Manuel también estaba inquieto. 

Pasé no sé cuánto tiempo en la sala de espera queriendo saber de mi niña, hasta que un médico le dijo a don Manuel que le habían curado la herida del descalabro y de acuerdo a los estudios que le realizaron no había daño más que el golpe, pero Alondra seguía sin reaccionar. Permitían únicamente que una persona pudiera verla y aunque me moría por ser yo, sabía que su padre tenía más derecho de verla. Así que sólo me quedaba pedirle a él que le dijera a mi novia algo de mi parte.

–Don Manuel, por favor. Dígale a Alondra ahorita que la vea, que estoy aquí, que también aquí está mi madre, que la amo y que vuelva por favor a mí, que sin ella yo me muero – Lloré desconsolado sin poder tener calma y abracé a Don Manuel – Es lo único que le pido que le diga a ella.

–David, por mucho que quiero ver a mi hija, sé que si alguien puede hacer que Alondra reaccione eres tú. Acompaña al médico y ve y despiértala por favor.

–Gracias Don Manuel, muchas gracias.

Fui con el médico, caminando por el pasillo del hospital y se me hacía eterno llegar a dónde estaba Alondra, cuando por fin llegamos a una habitación dónde estaba ella cómo un ángel durmiendo pero sin abrir los ojos. Tan pronto nos quedamos solos, le di un beso en los labios y después me senté en una silla a su lado para besar su mano y comenzar a hablarle.

–Mi cielo, mi princesa, por favor despierta mi amor, no me puedes dejar sólo. Te necesito, por favor vuelve, vuelve a estar conmigo, ilumina mis días con la luz de tus ojos. Te amo preciosa – Dije todo eso antes de volver a derrumbarme en llanto por completo.

Mi ConsentidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora