Capítulo 139.-

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Narra Alondra Ferreyra

Cuando abrí un poco los ojos, estaba en un lugar, que al principio no reconocí y cuando al fin los pude abrir por completo, de inmediato mis lágrimas, salieron como cascadas de mis ojos, al ver que mi príncipe, mi amado David, me tenía tomada de la mano y estaba dormido recargado en mi cama y sentado en una silla a orillas de la cama. De seguro ahí, no se encontraba muy cómodo. 

Del otro lado Carmen, se encontraba dormida en un sillón y al parecer ella sintió cuando me desperté, porque de inmediato se puso de pie, para ir a hablarme, con sus ojos llenos de lágrimas. Mi pensamiento, de lo habia pasado después de que se fueron Andrés y Lisa. Lo mal que se la debieron de haber pasado.

–Alondra hijita, por fin abres tus ojitos – Se sentó en mi cama y me abrazó – No sabes todo lo que pasamos David y yo, pensando que algo muy malo, te había pasado.

–Carmen –Me perdí en su abrazo – No sé lo que me pasó ¿Qué le pasa a mi David, que no despierta? 

Le pregunté desesperada, mi güero no tenía el sueño pesado, como lo tenía yo y aun cuando Carmen y yo estábamos hablando, no se despertó.

–Tranquila Alondra, no te alteres. Gracias a Dios que estás bien y no te preocupes por David, casi no ha dormido por estar pendiente a que despiertes. Te quiero Alondra. – Dijo Carmen llorando.

–Yo también te quiero mucho Carmen, pero ¿Dónde estoy? – Me imaginaba, pero no estaba segura.

Me suponía que en un lugar diferente a la cabaña, pero no sabía cómo habia llegado aquí, era como una clínica u hospital. No me gustaban, este tipo de sitios.

–Estás en la clínica de Valle de Bravo, ¿No escuchabas nada?

Habia sentido muchas cosas en mi interior, como algo de pena y desdicha, como si mi sufrimiento no me dejara querer estar, como si el dolor me hubiera ido consumiendo las fuerzas y las ganas de seguir viviendo. Pero si les puedo asegurar, que no había escuchado nada en absoluto, todo mi mundo, se habia vuelto oscuro.

–No, nada Carmen – Admití llorando mucho – Por favor, no te vayas, no me dejes sola.

Regresé con más miedo que antes, necesitaba sentir el amor de los que me rodeaban en estos momentos, me había sentido muy sola, en mi estado de nebulosa.

–No hijita, no te dejaré sola para nada. Te pusiste muy mal, pero afortunadamente, no pasó de una crisis de agotamiento y de depresión lo que te sumió en un sueño muy profundo. Pero ya que vengan a revisarte y ver qué has reaccionado, podremos irnos a nuestra cabaña Alondra.

–Gracias Carmen, por todo lo que hacen David y tú por mí. Tú eres la madre que nunca tuve, te quiero mucho.

No me cansaría de decírselo, Carmen aun sin conocerme del todo, se ha hecho cargo de mí en casi su totalidad, era algo que le agradecería toda la vida. Mejor que si fuera mi propia madre y así sería siempre, la llevaría en mi corazón, lo que me restaba de vida.

–Y tú eres mi niña – Carmen y yo seguíamos llorando y abrazadas – Te quiero mucho, Alondra.

A los pocos minutos, de ya estar más calmada y de que Carmen se estuvo a mi lado, sentí que la mano de David se movía y sentí latir mi corazón más rápido que de costumbre, de la emoción de volver a estar con él. Me parecieron años de estar, en la oscuridad si mi David.

–Alondra mi amor, mi consentida, has despertado – Dijo David llorando– Te amo mi princesa, ¿Cómo estás?, ¿Cómo te sientes?

–Bien mi David, te amo abrázame por favor – Le pedí llorando – Necesito estar en tus brazos.

–David, hijo abrázala un poco – Le dijo Carmen que empezó a llorar de nuevo – Iré por el doctor para que la revise para podernos ir a la cabaña.

–Claro que sí madre, lo que más pedía era que ella despertara para volver a abrazarla y a besarla – Dijo David abrazándome.

–Sí mi amor, no me sueltes David. Te amo.

–Yo también te amo mucho, mi hermosa Alondra bella hermosa de mi corazón.

David y yo nos quedamos abrazados en la cama de la clínica, hasta que Carmen llegó con el doctor que me revisó y ese mismo día, por la tarde casi por la noche, me dieron de alta y nos fuimos a la cabaña de David y de Carmen, todo el camino mi príncipe y yo íbamos abrazados y felices de estar de nuevo juntos, después de toda la pesadilla que me contaron él y Carmen, que había pasado. 

La depresión y el dolor, me hundieron en esa oscuridad de la cual no quería salir, estaba cansada de tanto llanto y me agotó al tal punto, de que no pude reaccionar en dos días. No me gustaría volver a pasar, por algo así y que las demás personas se sintieran tan preocupadas, como lo habían estado ellos dos.

Al llegar a la cabaña, David no me preguntó si podía bajar ni nada, él mismo me bajó en brazos y me subió a su recámara, me acostó en su cama, me ayudó a ponerme cómoda y él se acostó a mi lado y me abrazó, como siempre lo hacía desde nuestra primera noche juntos. Me sentía segura en sus brazos. 

–Me diste el susto de mi vida, mi princesa ¿Ya te sientes mejor? – Me preguntaba mi príncipe – Me preocupas mucho, Alondra.

–Sí mi amor, ya me siento mucho mejor. Te amo y quiero decirte algo David – Le dije a mi príncipe – Esto me pasó por tonta, porque no supe asimilar lo que pasó entre Lisa y tú y me cansé por llorar. Te amo y eso ya no importa, mientras que la mujer a la que ames ahora, sólo sea yo.

Era lo que él me repetía constantemente y eso quería ser, la única que estuviera en su corazón, en su alma y la única, que iba a tener su cuerpo.

Mi ConsentidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora